martes, 30 de mayo de 2017

DE LOCOS LO NUESTRO

Todos los años tenemos que recibir una buena ración de pitos al Himno de España en la final de copa. Y da igual qué equipos lleguen, porque en todas las aficiones hay descontentos y rencorosos que, parapetados en el anonimato de la masa, expresan sus frustraciones a base de silbidos a lo que sea. Más, desde luego, si los equipos finalistas son catalanes o vascos, porque a muchos de estos seguidores, además de a las propias frustraciones personales, hay que añadirles la estrechez de mente y el odio que rezuman sus corazones debido, sobre todo, a la pésima educación recibida. Estrechez de mente porque el mundo, se quiera o no, está abierto, enlazado, globalizado, por lo que ya vale poco eso de mi parcela, mi jardín y mi choza. Y odio porque, a base de mentiras, tergiversaciones y visión de la Historia partidista y distorsionada, se crean mentes deformes y de pocas perspectivas que llegan a no diferenciar la realidad de la fantasía, a creer que las grandezas pretéritas de un todo son suyas y los grandes defectos de ese todo sólo de los otros, generando esta lava dentro un rencor que quema y estalla.

Pero silbar al Himno de España es, sobre todas las cosas, un signo de falta de valores y de educación, porque silbar al Himno es, aparte de silbarnos a nosotros mismos, silbar a nuestros abuelos y bisabuelos, a cientos de generaciones antepasadas, a millones de hombres y mujeres que lucharon, se esforzaron, sufrieron y dieron su vida por lo que creyeron más justo, más noble y mejor… Personas con sus defectos y virtudes, con sus pensamientos y sueños, con sus valentías y temores… que no podemos juzgar desde nuestra perspectiva actual, desde nuestro presente, fuera del contexto histórico.

Muchos también de los que silban al himno de España lo hacen, además, porque se creen mejores e incluso superiores a los que no piensan ni sienten como ellos. Y no lo son, no lo son porque quienes son mejores y superiores, los que de verdad valen más –y esto es de manual básico de psicología–, se caracterizan precisamente por todo lo contrario, por ser los más respetuosos, tolerantes, compresivos y dados al amor sin interés.

Pero bueno, todo continuará igual y los que nos gobiernan de allí y de aquí, dentro de esta España resquebrajada, seguirán jugando al gato y al ratón, dividiéndose, tirando de la cuerda, viendo quién se lleva el trozo más grande de la tarta que una y otra vez se pone encima de la mesa…, desacreditando con todo esto a toda esta nación que podría ser mucho más grande, infinitamente más grande de lo que es de no ser por nosotros mismos, que no paramos de desprestigiarnos, de golpearnos, de lanzar piedras sobre nuestro propio tejado. Una España tan extraordinaria que, todavía y pese a tanto, es admirada por el resto del mundo…  Mundo que cada vez que ve o escucha las noticias en las que se dice que los mismos españoles se silban a sí mismos, se lleva las manos a la cabeza diciendo: ¡Están locos!

Pues eso, de locos lo nuestro.

jueves, 11 de mayo de 2017

LAS GAFAS CON LAS QUE MIRAMOS


¿Cómo quieres mirar esto que digo?
¿Cómo quieres mirar esto que hago?
¿Desde la forma estrecha de tu ombligo
o desde el amplio cobro de un impago?

Porque puedes mirar con la malicia
o la bondad del ojo que quisieses.
Porque nunca miramos en justicia
sino desde las gafas de intereses.

Por eso lo que es firme y es plenario
puedes verlo vacío y sin cimientos.
Y lo que es nada verlo extraordinario
si pones el cristal de los aumentos.

Y si el éxito de otro en tu camino
te hace sombra, es fracaso sin virtud.
Y si te perjudica el desatino,
valoras que es acierto en plenitud.

Si amas la paz y en Dios eres coherente,
un creyente verá en ti a un pacifista.
Si es un ateo, la cosa es diferente,
que eres un anticuado y un fascista.

Si alguien llega y se ofrece para darte,
que algo buscará, que algo pretende.
Si alguien es un roñoso y no comparte,
que el hombre es ahorrativo y se comprende.

Y si tienes al lado a tus amigos,
cuanto digas o hagas será hermoso.
Mas si de pronto se hacen enemigos
ya todo en ti se torna en horroroso.

Las gafas. ¡Ay, las gafas que tenemos!
Las gafas que olvidamos el guardarlas.
Que nos dejan mirar como queremos
haciendo que miramos sin usarlas.

Por eso el gobernante nunca acierta.
Si reviste los pueblos de esplendor,
que eso es tirar la casa por la puerta.
Si los deja tal cual, que vaya error.

Si acude a los mil actos programados,
que afán de tanto ser protagonista.
Si se queda en su hogar, sin más fregados,
que no cumple en funciones el artista.

Si sale en procesión, que qué hace ahí.
¿No es de izquierdas? La cosa tiene miga.
Si no quiere salir, que qué hace allí,
cuando estar con el pueblo es lo que obliga.

Y dicho sea de paso, igual diréis
del comentario éste que aquí os dejo.
Si os caigo bien, genial, expresaréis.
Si mal, vaya idiotez de un pobre viejo.

De ahí que nos dijera Campoamor:
Nada es verdad ni nada es mentira,
todo depende siempre del color, 
del color del cristal con que se mira.