viernes, 30 de diciembre de 2016

NUEVO AÑO

                  

                    Una vez más al fondo de la vida
                    se abre una puerta estrecha sin camino
                    y aparece en la mano un nuevo libro
                    con páginas en blanco y sin orillas.

                    Y es que se acaba un año y llega otro.
                    El que pasa anda lleno de senderos,
                    de piedras y de espinas, de lamentos,
                    pero también de rosas y de gozos.

                    Y abrimos con temblor la cerradura
                    y es oscuro el abismo en que nos vemos.
                    Habrá que construirlo y recorrerlo
                    y escribir en las hojas nuevas luchas.

                    Habrá que superarse, soltar lastres,
                    vencer dificultades y barreras,
                    abrir de par en par el alma entera
                    y hacerse marinero de mil mares.

                    Habrá que sonreír y perdonar,
                    dar un trozo de pan de nuestra mesa,
                    soñar que el corazón se hace de estrellas
                    y hacerse de esperanza y de cristal…

                   Y así, por doce meses, derritiendo
                    esta forma de ser en la que andamos,
                    para luego, algún día, ya sin barro,
                    entrar por la gran puerta de lo eterno. 

miércoles, 21 de diciembre de 2016

NAVIDAD




    Navidad grita el mar por su espesura.
    Navidad dice el aire en su camino.
    Navidad por la senda del destino.
    Navidad por la rosa de la albura.
    ¡Oh cuánta Navidad hecha ventura!
    Pero ¿qué es Navidad? ¿Abrazo y calma?
    ¿Abrir el corazón como una palma
    a la luz que nos trae felicidad?
    ¿Qué es Navidad?... Sencillo:
                                                            Navidad
     es ver que el Niño Dios nace en el alma. 


    Con mis mejores deseos para todos por siempre. 

domingo, 27 de noviembre de 2016

AMOR SIN TIEMPO

Desde hace meses el grupo de Teatro MARANATHA viene ensayando la puesta en escena de una nueva obra teatral escrita por mí.

Se trata de una obra titulada “AMOR SIN TIEMPO”, en la que pretendo reflejar la grandeza de un amor sin límites entre un hombre y una mujer que, en unidad, han podido superar infinidad de obstáculos a lo largo de toda una vida, pero no la alambrada final que alguien, con poco conciencia, levantó entre sus corazones. Alambrada que puede separar dos vidas destinadas a estar juntas pero no a desunirlas, porque las espinas sólo pueden abrir y doblar el fuego en su base pero no impedir que las llamas se sigan juntando en las alturas.

“AMOR SIN TIEMPO” es por lo tanto una obra teatral con vistas al mar de los sentimientos, una ventana que mira más allá del alma e invita a quienes están al otro lado de la habitación a un brindis de amistad que también, aunque sea por segundos o por años, siempre tiene mucho de respeto, de gratitud y de amor.

En la escena, sin decoración precisa, porque estamos a la vez en lugares y fechas diferentes, verán la grandeza de un amor que desde el comienzo quiso ser eterno, navegando en medio de los egoísmos, los intereses, los cotilleos, las ambiciones y también los engaños de quienes rodean el círculo de la asfixia, unos queriendo y otros sin querer, pero todos arrastrando el barco de la luz al océano de la tristeza y de la muerte, donde sólo en la otra orilla de las olas está el abrazo sin fin en el que ya no existe el cuchillo que corta, sino tan sólo el lazo que une para siempre.

Hay, en la obra, por lo tanto, mucho de comedia pero también de drama. Mas, sobre todo, lo que hay es romanticismo y mucha, muchísima poesía. Y todo ello con la intención de ir a contracorriente en este mundo de ahora, donde el idealismo no tiene cabida y la lírica se ve cursi, donde la fidelidad, la educación, la bondad, el perdón, el altruismo, la vejez, la enfermedad, la esperanza, la fe… se desprecian y donde, incluso, el deseo de seguir vivos lejos del espacio y del tiempo se considera de locos ignorantes.

Pero MARANATHA sabe pasar de todo esto, porque desde que se creó representando “Cristo viene”, su misión no ha sido la de ser política y socialmente correcta, sino la de volar en libertad e independencia, la de fomentar valores, la de ahondar en el fruto sin quedarse en la cáscara, la de ayudar y estar al lado de los pobres, enfermos, necesitados…, la de hacer palpar el cosquilleo de la sangre y hacer sonar la campanilla que nos recuerda que también hay en nosotros, además de la carne, un misterio que es imposible ver pero sentimos. Comprendemos, no obstante, que hay otras realidades diferentes y otros comportamientos distintos, igual que reconocemos y aceptamos que hay personas e ideas que andan danzando en otros senderos, que si bien puede que no compartamos, sí que respetamos, siempre que no siembren el dolor y la muerte, porque, en el fondo de la existencia, nadie tiene en sus manos la verdad absoluta de las cosas.

El estreno será en Villanueva del Arzobispo, Teatro Regio, el sábado, 17 de diciembre a las ocho de la tarde, al precio módico de cuatro euros que se destinarán en su integridad para ayudar a las obras del templo de San Andrés. ¿Y por qué en Villanueva? Porque así lo ha querido una Asociación de Mujeres “Alfa y Omega”, que han mostrado interés e ilusión a raudales, pero también porque lo he querido yo, en cuanto Villanueva me dio su amor cuando llegué a ella siendo apenas un joven dispuesto a enseñar y encontré que me enseñaron. Me enseñaron a soñar, a reír, a crear, a vivir…, a amar.

A amar… en un AMOR SIN TIEMPO.

domingo, 13 de noviembre de 2016

RIZAR EL RIZO

Estamos llegando en este mundo a lo esperpéntico. Ahora resulta que un presunto artista va de misa en misa acercándose a comulgar en la mano hasta juntar, de una en una, la cantidad tan suficiente de Sagradas Formas como para escribir en el suelo de una presunta exposición, y de una manera gigantesca, la palabra “PEDERASTIA”. Y ante la correspondiente denuncia presentada, un juez más que presunto archiva la causa diciendo que no hay delito contra los sentimientos religiosos y de odio, ni graves ofensas contra la fe cristiana y libertad religiosa, y para justificarlo, el elemento judicial expone en su auto que la palabra “pederastia” se escribió con “objetos blancos y redondos de pequeñas proporciones”. ¡Qué inteligencia preclara! Felicidades, señoría. Y nada más enterarse de la decisión del juez va el amigo presunto artista y escribe esto en las redes sociales: “¡No nos calla ni Dios!” Genial. Eso sí que es rizar el rizo.

Lo mismo que pasa aquí cerca, en Úbeda, con una cooperativa en la que faltan algo así como veinticinco, treinta o cuarenta millones de euros, vamos, que ni se sabe, porque cada vez si dice una cantidad distinta. Y cuya solución para recuperar el dinero perdido de los socios consiste, prácticamente, en que ellos mismos lo pongan, y el que no lo ponga se le denuncia. Es algo así como el panadero a quien le llevan sacos de harina para que haga un pan y resulta que cuando le piden cuentas va y dice que si quieren pan que les traigan trigo, y no ya a sacos sino a carros. Y además por narices, porque si encima se niegan a llevárselo, los amenaza con denunciarlos al juzgado. El colmo. ¿No tendría que ser al revés, que quien tendría que ir primero al juzgado es él por haber metido las manos en la masa y habérsela comido? Esto sí que es también rizar el rizo.

Y ya más que el colmo es que bajo a las oficinas donde un empleado anda leyendo el periódico y otros dos mandando mensajes graciosos por el móvil en cuanto lo delatan las sonrisas picaronas que veo en sus caras duras, y voy entonces y pido a quien pueda de ellos un certificado de poca importancia para un trámite corriente, y me dicen que me pase dentro de ocho o diez días. “Pero señor, si el certificado sale por la impresora en cuanto le dé al botón de mi nombre en el ordenador.” A lo que me respondió el eficiente empleado: “¿Pero es que no ves lo muy atareados que estamos?” Y no me caí de espaldas como en el tebeo por vergüenza. La que ellos, no tienen. Y porque fui e hice un mal gesto de disconformidad ya ni me saludan al cruzarse conmigo por la calle. ¿Pero dónde estamos llegando? Y es que esto ya no es rizar el rizo, es tener el rostro, el corazón y el pelo de hormigón armado y querer hacer bucles después de secarse al sol del mes de agosto. ¡Qué desastre!  

domingo, 16 de octubre de 2016

VIOLENCIA EN LAS ESCUELAS

Nos rasgamos las vestiduras. Venga, vamos, a tirarnos de los pelos por la violencia entre niños. Rápido, hay que lanzarse a la calle y pedir la dimisión del director de un colegio de Palma de Mallorca así como la de todos sus maestros y maestras porque en el recreo, a una niña de unos ocho años, varios compañeros, al parecer, algo mayores, le han dado una paliza que casi la matan. 

“Esto no se pude consentir. Esto no se pude tolerar. Esto hay que impedirlo por todos los medios…”, decimos y hasta gritamos aquí y allá, en todos sitios, en las plazas, en bares, entre amigos… ¡A la cárcel los maestros que no quieren otra cosa que vacaciones…! Concluimos como para quedarnos tranquilos… Ciegos todos conducidos por ciegos. ¿Los maestros culpables? Puede, alguna culpa desde luego, tienen, pero qué lástima, culpables primero los padres, las familias, el entorno, la sociedad al completo… Culpable la hipocresía que nos envuelve el alma.

Porque vamos a ver… ¿No andan muchos de nuestros niños sin educación, sin normas y sin saber obedecer, superprotegidos? ¿Inquietos y revoltosos a todas horas, subiéndose en mesas, sofás y sillones, dando saltos sobre ellos? ¿Llenos de caprichos y extravagancias? ¿No muestran con demasiada frecuencia su ira y su rabia, golpeando a madres y padres cuando no se salen con la suya? ¿No se tiran al suelo pataleando y gritando porque no se hace su voluntad? ¿No se encorajinan a la hora de comer porque no se le ha puesto según sus gustos y hasta tiran el plato al suelo? ¿Pero no dicen toda clase de palabras groseras e insultantes cuando alguien les lleva la contraria? ¿No se les compran ya teléfonos móviles a edades que ni razonan? ¿No se les tiene encerrados en la casa no sea que se resfríen o les pase algo? ¿No están hartos de jugar con el iPad, el ordenador o el dichoso móvil a matar y matar muñecos, guerreros, marcianos, monstruos y lo que se ponga por delante?... ¿Y quiénes los corrigen? Los padres, muchos separados o trabajando los dos, llegan a casa cansados y llenos de problemas y no quieran más líos. Mira que haga el nene lo que quiera y que me deje en paz. Y ya hasta en la misa del domingo se está poniendo de moda que los papás dejen a sus niños, algunos hasta bien crecidos, jugar con estos jueguecitos, y así, mientras el rendido, decepcionado y cansado sacerdote levanta la Sagrada Forma, ellos andan disparando a unos fantasmas encapuchados que asoman detrás de una montaña.

Y luego la televisión. ¿Lo han experimentado alguna vez? Hagan zapping en su televisor: terror, guerras, crímenes, asesinatos, disparos, degollamientos, ahogamientos, hachazos, estrangulaciones, bofetadas, puñetazos, cuchilladas, cortes de espada saltando borbotones de sangre a cámara lenta, explosiones, robos, venganzas, insultos, violaciones, persecución, accidentes, alcohol, drogas… Y así un canal tras otro a ver quién da más… Y si no, chabacanería de famosos y famosillos, todo un gallinero basado en mentiras, gritos, peleas, discusiones, traiciones, vulgaridades, desnudeces, sexo sin ton ni son… O, todo la mejor, política, y en ella, periodistas de bufanda que antes de opinar ya se sabe lo que van a decir, debates cual diálogo de sordos donde nadie da su brazo a torcer y, de nuevo, gritos, enfados, malos gestos, discusiones sin argumentos y, sobre todo ello, a ver a quien le echamos el muerto de más corrupto, el tú más.

Y para colmo ya se le ocurrirá a alguien, sea el padre, la madre, los abuelos, los tíos, los vecinos…, y mucho menos los maestros, regañar al pequeño de la casa. Que regañar crea traumas y luego pude sufrir mucho en la vida. Ni corregirlo, que corregirlo es coartar su libertad. Ni castigarlo, que castigar es de las mayores indignidades. Ni un golpe sobre la mesa, que eso asusta, sabe a amenaza y crea pesadillas. Y ni tocarlo. Vaya, ni cogerlo del brazo para darle un zarandeo, que eso es de primitivos degenerados y hasta puede costarte la cárcel… Sin embargo, ellos sí que pegan puntapiés y golpes a los propios papás, y empujones, y tiran cosas, y les hacen la guerra al hermano y al vecino y al compañero, eso es, exacto, al compañero, y amargan la vida, y no hacen caso a nadie, ni a sus maestros…,  y a medida que crecen, ya no solo desobedecen, sino que se burlan y hasta se enfrentan a ellos, grabándolos en los móviles, y si se descuidan los amenazan, les pinchan, rayan y destrozan sus coches o los golpean con descaro si fuera menester.

“Cosas de críos”, se suele decir en estos casos… Pues, eso, cuando ocurren hechos tan detestables como los del Palma, pues también habría que decir lo mismo: “cosas de críos”. Lo malo es que no son cosas de críos, son cosas de mayores, fundamentalmente de padres y madres que no saben imponer su autoridad como hay que imponerla, como se enseña en pedagogía, cual mano de hierro en guante de terciopelo, ni saben educar como es debido, ni en el fondo saben amar de verdad a sus hijos, porque creen que dándoselo todo, satisfaciendo todos sus caprichos, consintiéndole cuanto les vengan en gana, los querrán más…, sin saber que ellos, listos siempre, harán como quererlos, pero hasta que crezcan y se sientan libres, y una vez el árbol esté crecido descubran qué tipo de personas torcidas han creado Y claro, luego pasa lo que pasa: aridez, desvergüenza, falta de compromiso, egoísmo, pasotismo, ingratitud, incoherencia, ausencia de valores, infelicidad…, y a rasgarnos las vestiduras… Y a ver a quién le echamos la culpa para que no se nos altere la conciencia. “¡Que dimita el director y dimitan todos los maestros!”  Gritan los padres frente al colegio. Y punto. Todo resuelto.

¿Todo resuelto? Venga, hombre, todo resuelto cuando dimitan ellos primero.      

sábado, 8 de octubre de 2016

ME DUELE ESPAÑA

España –¿puedo decir España sin que me insulten?– me duele. Me duele porque he estudiado su Historia y sé la gran nación que fue y siguen siendo. Sé de su geografía, sus mares azules, sus montañas bellísimas, sus valles riquísimos, sus ríos inmensos, sus regiones y pueblos diferentes y especiales, su riqueza agrícola y ganadera, su comercio, su industria, sus gentes… Sé de sus luchas, su fuerza, su grandeza… Sus victorias asombrosas, unas veces por agrandarse, según la mentalidad de las épocas, y otras para no perder su propia libertad. Sé de sus conquistas que, aunque llenas de errores y ambiciones, fructificaron, siendo además mejores, mucho mejores y más solidarias que la que otros países llevaron a cabo. Sé de su cultura, grandiosa cultura, de sus inconmensurables artistas, sus genios. De sus deportes, de su arte, de su arquitectura, con templos, palacios, catedrales, murallas, palacios, edificios…  asombrosos. Sé de sus santos, sus maestros, sus fundadores, sus inventores, sus aventureros, sus soñadores… Y sé de sus reyes, gobernantes y políticos… que, en general, fueron y siguen siendo lo peor de todo.
 
En resumen, me duele España porque puesto todo en la balanza del tiempo, sin sacar del contexto histórico los hechos, sin analizar el pasado con la mentalidad de ahora, respetando lo que fueron sus gentes, sus costumbres, sus tradiciones, sus creencias, su religiosidad, sus formas de pensar y de entender la vida…, pesa más el platillo de las luces que el de las sombras.

España es una nación maravillosa de la que, tristemente, no pocos se avergüenzan. De ahí que silben su himno, desprecien su bandera, aborrezcan su escudo, rechacen su idiosincrasia… Pero eso no es lo malo, lo peor es que los que así se posicionan, ruidosos ellos, eso sí, soberbios y endiosados porque se creen superiores, arrastran a otros muchos para que piensen igual de mal y sientan el mismo desdén en su corazón.

Me duele España y envidio el sentir de otros ciudadanos del mundo, que siendo sus patrias mucho peores que la nuestra, que han cometido mayores barbaridades que nosotros, que además han aportado menos a la civilización, y son más guerreras, más llenas de armamento, más peligrosas, más dictatoriales y más injustas…, sin embargo se sienten unidos y llevan sus emblemas no sólo en su exterior sino en la hondura de su ser.

Nosotros no. Nosotros a mirar sólo lo malo que hicieron nuestros antepasados, a juzgarlos según nuestro presente, a criticarlos sin ahondar en las raíces, a medirlos con la vara de nuestro ahora. Nosotros a tirar chinas, piedras y peñascos sobre nuestro propio tejado. Inventándonos falsas historias interesadas que no fueron. Nosotros, en lugar de ir hacia una Europa fusionada y un mundo unido, a separarnos, dividirnos, destruirnos, autodestruirnos, resquebrajarnos, a odiarnos a muerte. Nosotros a hacer de la justicia un cachondeo, a hacer de las leyes una comedia, a hacer de la democracia un juego para sólo ocupar sillones. Nosotros a dejar que lleguen al gobierno incultos, mediocres, vulgares, inconscientes, sin ideas y sin ideales, personajes que ni saben respetar ni respetarse, que se comportan como niños cabreados de colegio, impresentables. Personajes, por un lado, que hablan pero que no hacen, que dicen estar con los pobres y parados, pero para aprovecharse de ellos y construir su propios totalitarismos, que discriminan, que apartan y desprecian a los que no piensan ni actúan como ellos. Embusteros, trileros, demagogos y vende humos, niñatos de papá de clase que hacen como que están contra las clases. Clases las suyas cerradas porque nadie que no sea de la honda pueda siquiera acercarse, entrar en el círculo. Personajes que disfrutan suprimiendo, prohibiendo, cerrando, destruyendo, quemando… sin crear ni levantar nada donde dejan el solar en ruinas y cenizas. Personajes, por otro lado, al otro extremo, acomplejados, miedicas, que no saben relacionarse ni comunicarse, incumplidores de promesas, dados a los pudientes y a la corrupción, que meten la cabeza bajo el ala con tal de seguir en la poltrona. Pilatos que se lavan las manos cada atardecer después de tanta ignominia vista y sembrada.

Me duele España y –lo confieso– pese a que me da miedo decirlo, expresarlo, porque también a mí, a golpes de martillo, me han inyectado la pusilanimidad, el temor y la cobardía, e incluso el desánimo dubitativo porque hasta han llegado a confundirme los gritos y los comportamientos de los “tirachineros” y “catapultadores”. Y porque sé además que éstos me dirán de todo y me las pagarán en cuanto puedan, así pasen décadas.

Me duele España porque veo en los acontecimientos deportivos extranjeros cómo los deportistas cantan unidos y con pasión su himno junto al público que llena el estadio, que están al lado de sus logros gloriosos y aceptan sus errores y fracasos, que aman su tierra. Me duele porque tienen que venir, por ejemplo, los italianos, el pasado jueves, a aplaudir nuestro himno que sonaba para acallar a los indignos que, escondidos en máscaras interesadas, populistas y separatistas, y refugiándose en la libertad de expresión que valoran sólo cuando les viene en gana, estaban silbándolo. Como me duele también el desprecio que tantos trajeados de aldeanismo como descamisados de cara a la galería, pero de buen paño cuando nadie los ve, falsos pacifistas que no cesan de emplear cada vez que hablan términos guerracivilistas, les están haciendo al Día de la Fiesta Nacional.

Me duele España. Me duele, en fin, por muchas cosas. Y la primera y principal es porque –¡qué le vamos a hacer! –, en su plena, variada y rica integridad es como me la enseñaron, la he conocido y la he vivido, haciéndome además sentir orgulloso de ella. Pero sobre todo me duele porque –no puedo remediarlo– la quiero.        

lunes, 26 de septiembre de 2016

PESTEPOESÍA

El mundo siempre ha estado loco, pero ahora más. Los seres humanos parecemos sombras vagando de un sitio para otro sin rumbo. El descontrol nos embarga. La falta de valores nos deshumaniza.  Los esquemas de ser no existen. Hasta lo más mínimo se pone en evidencia, en duda. Nada hay que no sea relativo y efímero. Destruir por destruir sin construir es el motor. … Todo, en fin, es un amasijo de colores informes mezclados con negro que al final da una masa hacia lo oscuro en la que ya no se sabe dónde está lo bello y lo horrible, lo bueno y lo malo, lo serio y lo grotesco, lo sublime y lo vulgar.

Y donde mejor se puede apreciar este desorden es en el arte. Con tal de alcanzar la fama se buscan nuevos caminos, nuevas formas, nuevas maneras y nuevos modos, y como ya todo está inventado, se llega a creaciones, manifestaciones y expresiones que rayan lo ridículo cuando no lo esperpéntico. Y como todo vale no son pocos los mediocres que visten al rey de lo artístico con el traje invisible de la nada mientras se las dan de inteligentes y llenos de talento, convenciendo a los demás de que quien no ve el vestido del rey es porque es idiota, poco culto y anticuado. Y así vemos formas sin forma, continentes sin contenido, fundamentos sin fundamento… en la pintura, en la escultura, en la arquitectura, en la música… y en la literatura. Y dentro de la literatura, en la poesía.

Qué pena con la poesía. Qué lástima lo que están haciendo con ella sobre todo los adalides del panorama oficial y oficialista y sus vulgares e incautos imitadores, que los hay y bastantes, por aquello de la gran facilidad a la hora de componer. Grupos de hipócritas engreídos que visten con caras camisetas o camisas negruzcas cual si fueran de pobres jornaleros compradas en el mercadillo de aldea, y van como sin lavar y sin peinar, pavoneándose de su izquierdismo falso, pero que luego viven en castillos de lujo y no hacen por nadie ni dan ni un céntimo a nadie. Corporaciones cerradas de camaradas que se reparten entre ellos las adineradas tartas de los simposios, congresos, convenciones, subvenciones, cursos de verano, publicaciones, premios y condecoraciones. Poetas que salen en la televisión y demás medios, por aquello de la fama, para después atraer a la gente a sus actos, dándoselas de intelectuales que todo opinan cuando no saben ni hablar. Recitando poemas que no entienden ni ellos. Destrozando técnicas, rimas, ritmos, musicalidad, métricas, lirismos, figuras, conceptos, ideas…, porque no hay que tener ataduras, porque hay que romper, porque el verso es libre, como surja, como llegue, como salga, como le salga a uno de… Y, claro, al final lo que sale es una chapuza, un churro, una amasijo de letras y palabras que da igual cómo se pongan, como se separen y como se lean, porque nada dicen, nada conmueven, nada impresionan… Todo un
jeroglífico que te deja con la cabeza caliente y el corazón helado. Pero eso sí, viste mucho ir a un recital de estos genios: allí se ve a ellos interpretar como dioses del parnaso y al público atendiendo y asintiendo con gestos evidentes de intelectuales recién salidos del paraninfo de los superdotados. 

Qué pena con la poesía. Qué lástima que tan hermoso arte, el más puro, el menos comercializado, el de más altura porque sólo puede brotar del alma, haya llegado a tan abismal sepulcro. Porque la están matando. Sólo está quedando para ser leída y escuchada por minorías en los salones de los vivales con barroquismos de falsedad…, pero lejos, muy lejos de los niños, de aquellos que en otros tiempos tanto gustaban del verso, y los leían y los componían y hasta hacían con ellos flores con los que llenar las lapidas de sus seres queridos como homenaje último más sentido; niños porque a ellos, se pongan como se pongan, no los pueden engañar, porque ellos saben muy bien que el rey va desnudo, que la poesía de los corifeos del presente es amorfa, sucia, grosera, banal, anodina, fría, prosaica, aburrida…, no llega, no cala, no transmite, no dice nada. Y de ahí también que no quieran saber nada de ella, y no sólo la indiferencien, la aborrezcan y la detesten sino que desde su corazón la llaman, no ya antipoesía, ni contrapoesía, ni apoesía, ni proesía…, sino pestepoesía, porque los niños, ellos, la gente sencilla, sensata, veraz, honesta, de corazón limpio, se aparta, corre, se larga, huye de ella…, huye de ella, eso, como de la peste.     

   

viernes, 9 de septiembre de 2016

LOS INTERESES CREADOS

Cuando Jacinto Benavente escribió “Los intereses creados”, estrenada el 9 de diciembre de 1907 en el Teatro Lara de Madrid, bien que supo el autor que había compuesto una obra genial que perduraría en el tiempo y se convertiría en clásica.

Y así fue y así ha sido. Todavía se sigue representando esta obra en numerosos espacios escénicos y raro es el grupo teatral tanto de profesionales como de aficionados que no la haya puesto en escena. Y es que, aunque se encuadre dentro del género de la comedia, es tanto su contenido, su verdad, su crítica, su arranque de máscaras, que te asegura el éxito, tal como fue desde el comienzo, cuando nada más cerrarse el telón del estreno ya contó con el reconocimiento, el aplauso y la más alta valoración de crítica, intelectuales y público.

Genial la obra. Única para mí. Una lección que en menos de dos horas nos desnuda y desnuda a la sociedad de ayer y de hoy, de siempre. Una obra que sólo viene a decirnos que ni hombres ni mujeres, ni ricos ni pobres, ni jóvenes ni viejos, ni listos ni torpes, ni cultos ni incultos, ni pícaros ni honrados…, nada, que no, que aquí, en esta vida nuestra, no hay más que un tremendo entramado de intereses que nos lía, nos envuelve y nos mueve.

Y así podemos apreciarlo cada día. Basta solo con mirar a nuestro alrededor: cada uno va a lo suyo, a ver lo que puede sacar, a ver por dónde tirar según el provecho que se obtenga, a ver cómo actuar para alcanzar lo propuesto, a pensar de esta o aquella forma y pertenecer a ese o aquel grupo si con ello logro los objetivos deseados… Y de este modo somos dados a la familia y a la amistad si se entra por el aro y se sacan réditos… Y hay más, incluso en lo más sagrado, en el amor, no son pocos los que más que dejarse llevar por el corazón se dejan llevar por la cartera… Y es que la vida es así: intereses, intereses y más intereses.

Intereses creados. Y ahora incluso más que nunca. Y si no, fíjense en los políticos que tenemos sentados en el congreso. Ninguno piensa por él mismo, todos son robots que obedecen al amo por interés, todos son egoístas, falsos, mentirosos y embusteros que hablan de servir al pueblo, de mejorarlo, de buscar su bien, cuando sólo buscan su codicia, vanidad, y su propio provecho, incapaces de ser generosos, de levantarse más allá del suelo, de llegar a un acuerdo. Y ahí andan, mirándose el ombligo, pese a saber que están en un país casi en ruina, en la cuerda floja, carcomido por el paro, lleno de enchufes, resquebrajado, sucio de corrupción generalizada, amenazado de ser intervenido, multado, sin presupuestos y sin gobierno después de casi un año… Ahí andan, pese a saberse además insultados, desvalorados y criticados por la inmensa mayoría de los ciudadano…, tan tranquilos. Ahí andan, haciendo circo, sonriendo, enriqueciéndose, con más cara dura todos que el cemento armado… ¿Y todo eso por qué? ¿Por el bien de España…? No. Qué va. Por el bien propio, por egoísmo, por el interés personal, sólo por el interés… Y maldito interés. Algo vergonzoso que ya hasta raya lo ridículo. Esperpéntico, de risa, cómico…, tal cual la trama y los personajes de la soberbia y eterna obra de Benavente.

jueves, 11 de agosto de 2016

VICENTE OYA RODRÍGUEZ, LA SABIDURÍA HECHA BONDAD

Juani me lo ha querido decir de la mejor manera para que la noticia no me causara el dolor que ella sabe me produce siempre la muerte de alguien a quien quiero y sé que me quiere.

Y me ha dolido. Pese a decírmelo con cuentagotas me ha llegado al alma el cuchillo que viene siempre a cortar de un tajo la unión de dos personas que se respetan y se quieren.

Y presa de esta herida, aun de cuerpo presente en el tanatorio San José de Jaén, escribo estas letras más que para homenajear al gran hombre, al Cronista Oficial de la Capital, para decirle que he valorado su inmensa labor periodística, de investigación, de oratoria, de darse a los demás hasta el extremo, y que he aplaudido sus muchos títulos, su nombramiento como Hijo Predilecto de Cambil, su pertenencia al Instituto de Estudios Giennenses, a la Sociedad Económica de Amigos del País, a la Santa Capilla de San Andrés, a los Amigos de San Antón, a la ejemplar Asociación Aprompsi, que presidía, dedicada a personas discapacitadas, y que también me pareció bien, aunque me hubiera gustado algo mejor para él, que le pusieran su nombre a la plaza central del Parque del Seminario… Y, sobre todo, para decirle que siento mucho que un infarto en la madrugada de hoy le haya puesto alas, como las que ha tenido siempre su pajarillo literario, Gacelo, para ya no solo volar por la hermosa inmensidad de nuestro Santo Reino, del que era también Cronista Oficial, sino por las grandes alturas de todo el ancho reino de los cielos para poder acercarse así todas los atardeceres a la orilla de ese Dios en el que creía, y a quien tanto pregonó y tanto amó.  

Adiós, querido amigo. Nunca olvidaré mis encuentros contigo, desde que yo era un chaval, aprendiz de las letras, y tú ya un gran escritor reconocido y admirado. Gracias por todo lo que has escrito sobre mí, y especialmente por venir a Úbeda a presentar, junto a Juan Carlos García-Ojeda, mi libro de poemas “Al encuentro de la felicidad”, aquella feliz tarde-noche del día 10 de junio de 2005. Gracias por tus conversaciones, tus palabras siempre aliñadas de positivismo, tu sencillez, tu humildad, tu constancia y, sobre todo, gracias por tu excepcional bondad. Nunca olvidaré, tampoco, el pasado 14 de mayo, cuando nos abrazamos al despedirnos después de comer juntos tras haber fallado, igual que hemos venido haciendo los últimos años, como miembros del jurado, el Certamen Nacional del Corpus de Villacarrillo.

–Hasta otra, Vicente, o el menos hasta el año que viene –te dije.
–Hasta otra o hasta el año que viene, Ramón, si Dios quiere –me respondiste.

Y Dios no va a querer que de nuevo el año próximo nos juntemos para fallar el certamen ni para volver a vernos aquí en la tierra. Te ha llevado antes a su gloria para que allí le hables de Jaén y del amor que le tienes, y darte, como último premio, su abrazo más hermoso, que después de todo es la más grande que te pueden dar.

Hasta volver a vernos en el más allá, amigo…, cuando Dios quiera. Un fuerte abrazo.  






martes, 9 de agosto de 2016

EL JEFE Y EL MISIONERO

Cuentan que cuando el misionero llegó a aquel poblado maya perdido entre la selva del Petén, cercano a la ciudad de Tikal, junto a la laguna Yaxha, lo trataron como a un dios venido del otro lado del gran mar. El jefe, un cacique tirano que tenía sometido al pueblo a base de impuestos y sacrificios humanos, tratando a todos sus moradores como a verdaderos esclavos, lo acogió con veneración y lo convirtió en su gran consejero, algo así como lo que hoy denominaríamos su primer ministro.

El misionero enseñó al pueblo las bondades del Dios creador, los valores de la fe y le inculcó las virtudes de la generosidad, el compromiso, la moderación, la entrega, la paz, el perdón, la honradez, la amistad, la solidaridad…, el amor, en definitiva.

El jefe, al paso de los años, comenzó a recelar del misionero al ver que la mayoría de sus súbditos andaban tras él con alegría y confianza. Pero sobre todo, comenzó a verlo como un hombre más, nada o casi nada de ser dios, con sus muchas cualidades pero también con sus defectos. Y comenzó la terea de ver el modo de quitárselo de en medio.

El misionero, cada día más, se sentía seguro en su andadura. Observaba que era respetado y muy querido. Todos acudían a él buscando consuelo, ayuda, consejo… Y nadie se marchaba con las manos vacías. Su casa era la casa de todos, abierta a la comprensión, la alegría y la convivencia.

El jefe, por contrario, se fue tornando, en su envidia, más inseguro, desconfiado, arisco e intransigente, notando que era menos respetado y, lo que es peor, poco temido.

“Esto se me está yendo de las manos.” Pensó el jefe. “Esto tiene que acabarse de una vez por todas. O el misionero o yo.” Concluyó en sus elucubraciones. Y habló claro al misionero. “Desde mañana ya no serás mi consejero y habrás de abandonar este poblado.”

Sin embargo, el misionero le respondió: “Sabes que si me marcho de aquí, el pueblo me seguirá donde quiera que vaya. Le he traído la libertad, la fe, la paz, la decencia, la fidelidad y el amor. Tú, entonces te quedarás solo.”

El jefe, aquella noche, anduvo dándole vueltas a la mente, porque sabía que era cierto cuanto le había dicho el misionero. De golpe, tuvo una idea, casi una revelación: “Haré fiestas. Daré cargos. Concederé nombramientos, medallas y privilegios. Y de vez en cuando organizaré banquetes para que todos se harten de comer, beber… y fornicar.”

Y dicho y hecho. Durante un tiempo así lo vino haciendo pese a la oposición del misionero. Hasta que llegó el gran día. “Mañana, definitivamente, saldrás de estas tierras.” Le ordenó al misionero. Pero éste volvió a recordarle que de hacerlo se vería solo. Mas esta vez el jefe, que era de pocas palabras, le respondió con cierto orgullo: “Estás equivocado, no se irán contigo, tenlo por seguro.”

Al amanecer, el jefe convocó al pueblo y desde el balcón del palacio, teniendo a su lado al misionero, se dirigió a todos los presentes para decirles tan solo: “Queridos súbditos, el misionero ha de marchar del poblado. Los que le quieran seguir podrán hacerlo sin problema alguno.” Después habló el misionero: “Hermanos, Dios está en nuestros corazones. Somos una gran familia que se ama y se ayuda. Hombres y mujeres que andamos en el camino de la fe en la esperanza de alcanzar la salvación eterna. Ya no sois esclavos, ahora sois hombres y mujeres libres, y en esa libertad seguiréis viviendo en el nuevo poblado que hemos de construir no muy lejos de la laguna, junto al río Mopán, donde viviremos felices compartiendo, desde la fraternidad y la igualdad, todos los bienes materiales y espirituales que poseemos.”  

Y el misionero salió del poblado…, y cuando llevaba apenas cien metros volvió la vista atrás y pudo ver que nadie le seguía.

La realidad es así de cruda.           




sábado, 30 de julio de 2016

AMIGOS

Felipe Redondo Delgado y Gregorio Tudela Arias vivían en la misma calle. El primero en una casa con patio y el segundo en un pequeño piso. Eran íntimos amigos. Felipe tenía una pelota de plástico, rugosa, llena de colores, y la sacaba por las tardes a la plazuela para jugar al fútbol en equipos que solían formarse después de echar pies a ver quien elige. Gregorio solía ponerse de portero y estaba enamorado de la pelota. Un día, su buen amigo Felipe, al traerle su padre de un viaje un balón de reglamento, se la regaló. Fue aquél uno de los días más felices de su vida.

Iban juntos al colegio. Ambos estudiaron también el bachillerato en el mismo instituto. Felipe no llegó a terminarlo. Su padre murió en un accidente de tráfico y su madre le buscó un taller de coches donde aprender el oficio de mecánico. Gregorio marchó a la universidad y consiguió hacerse abogado. Pero su amistad seguía siendo fuerte y sincera. Felipe se casó y tuvo tres hijos. Se fue secularizando con el tiempo. Su esposa no era dada a historias de Dios y esas cosas tan anticuadas. Tampoco le agradaba mucho esa estrecha amistad con el viejo amigo de su infancia. “¿Te has casado conmigo o con tu amigo?” Tuvieron tres hijos. Gregorio permaneció soltero. Era asiduo a la iglesia, de fe profunda, conocedor del evangelio, dado a hacer el bien. 

Felipe y sus tres hijos montaron un taller familiar. Gregorio, ni que decir tiene, le llevaba su coche cuantas veces hiciera falta. Una grave avería en el motor y en la dirección le costó una fortuna. El vehículo nada más sacarlo del taller volvió a dejar de andar. Alguien comprobó que todo había sido una falsa. Al coche apenas se le había tocado nada en el motor ni en la dirección. Pudo costarle la vida. Gregorio presentó entonces sus quejas a Felipe y este le pagó con su más profundo enfado y desprecio. ¿La excusa? Un amigo de verdad no va a otro taller. Eso es desconfianza. Tres años más tarde Felipe sufrió un ictus que lo dejó casi impedido, y sus hijos, poco responsables y dados a la nocturnidad, cerraron el negocio.

La esposa y los hijos decidieron llevar a Felipe a una residencia especial. ¿El precio? Mil setecientos euros mensuales. ¿Y eso quién lo paga? Imposible. Cada hijo tomó su rumbo de vida. Que se apañe la madre, que por algo los casó un cura, para las alegrías y para las penas, para la salud y para la enfermedad. La esposa pidió ayuda a Cáritas, que para eso sí que queremos a la Iglesia. Alguien entonces habló por teléfono con la dirección de la residencia. “Yo me hago cargo de los gastos. Cada primero de mes tendrán el ingreso en la cuenta corriente que me indiquen.” Y así por cinco años y cuatro meses. Hasta que Felipe cayó enfermo. Un cáncer de pulmón lo andaba asfixiando. Cuando se enteró su amigo Gregorio quiso visitarlo. Llevaba con él una curiosa pelota de plástico llena de colores ya descoloridos. Pero no pudo ser. “Ese que no pise aquí. Es una mala persona. Un corrupto, un ladrón, un sinvergüenza, un traidor, un egoísta… No quiero verlo ni en pintura.”

Y murió nada más llegar el otoño, cuando suelen morir las hojas secas. Gregorio no fue al entierro. ¿Para qué? Después, la esposa y los tres hijos fueron a recoger las pocas pertenencias de Felipe, muy tristes y apenados, por supuesto, como suelen estar los hipócritas cuando muere un ser cercano.

–¿Se debe algo?
–Nada. Todo lo pagaban debidamente a primeros de mes.
–¿Cáritas, verdad?
–No, un particular.
–¿Y se puede saber quién es esa alma generosa?
–Nada sabemos. Sólo el número de su cuenta y la entidad bancaria desde la que hacía el ingreso.

Y allí que fueron.

–¿Nos puede usted decir quién hacía un ingreso a la residencia cada primero mes? Su número de cuenta es….

–Sí. Ahora mismo se lo digo. El titular de esa cuenta es Gregorio Tudela Arias. 

martes, 19 de julio de 2016

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN TIENE UN PRECIO

Tengo un amigo escritor y fotógrafo que el pasado mes presentó en su pueblo una extraordinaria exposición de fotografías relacionadas con la naturaleza. Y fue tan grande su fracaso como bellísimas las fotos expuestas. ¿Y eso por qué? Pues porque su pueblo, mejor dicho las gentes de su pueblo, sus paisanos, bien que se lo pagaron. ¿El motivo? El precio de su libertad. 

 Y es que, como ya he expresado en otras ocasiones, ser libre no es fácil. Y menos ser independiente. Uno puede optar por una ideología o un bando y ser despreciado, indiferenciado y perseguido por los contrarios, pero siempre tendrás a los tuyos para la ayuda, la comprensión o, al menos, el consuelo. No optar por ningún partidismo ni bando sólo te puede conducir, por lo tanto, al aislamiento, al retiro y a la soledad. Y, sobre todo, te conducirá de una u otra forma al fracaso, porque a nadie tendrás a tu lado para ayudarte.

Y dentro de la libertad está el ejercicio del maravilloso derecho de expresión. ¡Casi nada! Aquí, por el presente, se puede exponer lo que se desee, se piense o se quiera. Siempre, claro está, que no se traspasen ciertas rayas rojas marcadas por la ley. Así pues, podemos por lo tanto expresar nuestros pensamientos, realizar nuestras críticas, comentar noticias, opinar acerca de lo que se crea conveniente, exponer ideas, ideologías, creencias… ¡Qué maravilla! Pero también ¡qué alto precio!

Sí, un alto precio. Porque todo aquel que quiera expresar o comentar algo y más si se hace desde algún medio social o de comunicación, ha de saber que no le va a salir gratis. Eso sí, los que piensen como él lo alabarán, pero los muchísimos que no piensen igual ya se encargaran de apuntarlo en su lista negra para pagárselo cuando se presente la ocasión. Si expones que tal o cual gobierno lo hace bien o mal, tendrás a miles de la oposición que no te podrán ver. Si confiesas ser de tal o cual religión has de saber que serán infinidad los que te etiqueten de retrógrado o descerebrado. Si opinas acerca de los falsos, los incoherentes, los prepotentes y los especuladores, ya tienes el puñal en el cuello. Si hablas mal de los políticos que conoces y te conocen, olvídate del mundo, no te darán, ni así pasen cien años, ni agua. Si expresas que estás a favor o en contra de esto o aquello ya tienes a los unos y a los otros poniéndote la cruz. Si criticas el lugar donde vives en algunos de sus aspectos, ya tienes el calificativo de mal ciudadano, traidor y desleal…

De ahí que haya periodistas, escritores, articulistas, editorialistas, novelistas… que toda su obra está llena de rosas y flores, de parafernalias aduladoras, de no mojarse, de todo es bello, o, en el peor de los casos, de andar siempre en la misma dirección y color… Y claro, se cuenta con ellos, se les invita aquí y allí, se les contrata, se les condecora… No tienen enemigos y, de tenerlos, cuenta en el otro peso de la balanza con no pocos amigos y seguidores.

Sin embargo, los que van con la verdad por delante, se atreven a delatar las sombras que ven alrededor, no se venden y anteponen su libertad sobre los platos de lentejas, es decir que no se casan con nadie, encuentran que tienen las alforjas cargadas de enemigos, que unidos a los envidiosos y a los mediocres que sólo buscan apagar las luces que brillan a su alrededor para que alumbre un poco su linterna sin pilas, conforman un ejército tan de peso que asfixia.

La libertad de expresión es una de las cosas más grandes y hermosas que puede tener un ser humano. No cabe duda. Pero ejercerla, y más cuando se hace de manera continuada, es todo un reto, porque habrás de cargar con las consecuencias. Y más, mucho más, infinitamente más, cuando se ejerce en los pueblos. Entonces es como para echarse a temblar, y cuanto más pequeños peor, puesto que a la postre, por una u otra razón, no quedará nadie que no se sienta aludido o herido en su sentir.

Y eso es lo que le ha pasado a mi amigo escritor y fotógrafo. Seguro que de haber sido solo fotógrafo, y mucho mejor si además fuese lisonjero, sumiso y callado, el éxito de su exposición hubiera sido impresionante. Allí habría saboreado las mieles de la gloria y se habría visto aplaudido, alabado y agasajado por toda una multitud, desde el señor alcalde, concejales y cura de la parroquia hasta el más humilde de los vecinos; pero tenía que ser escritor, y de los que no se callan y denuncian. ¡Pues toma! ¡Ahí las llevas! Bofetadas sin manos que son las que más duelen.

Y es que la libertad de expresión tiene un precio que ha de pagarse. Pero pese a todo y a tanto y tan duro, merece la pena. Te hace vivir con dignidad y morir con alas.  

Felicidades, amigo.        

sábado, 25 de junio de 2016

LA ESTACIÓN

Desde que era niño me han fascinado las estaciones de tren. No puedo evitar, cuando estoy en ellas, sentir una emoción especial. Eso de estar allí, esperando, y ver que de repente, a lo lejos, un ojo redondo de luz viene hacia ti a gran velocidad y te supera con una fuerza imponente y se detiene para dejar bajar y subir a los pasajeros, es algo que impresiona hasta tal punto que rara es la vez que no me deja los ojos bañados en lágrimas.

Las estaciones y el tren que llega y se marcha, han sido una constate en mi existencia, con tanto énfasis que me han hecho asemejarlos a la vida misma.

Un tren que viene del olvido y en el que vas, se para de golpe en la estación de este mundo y, como uno más de los pasajeros que lleva, te bajas. Y aquí te encuentras desnudo, en soledad, sorprendido, ser único e irrepetible. Y comienzas la lucha de sobrevivir. Y creces, y te esfuerzas, construyes, sufres, te alegras…, y envejeces…, sabiendo que algún día uno de ellos vendrá para llevarte. Y entre tanto, en la estación, ves una y otra vez que llegan nuevos trenes de los que se bajan otros pasajeros y a los que suben otros muchos que ya no volverás a ver… Y así hasta que uno de ellos se acerca, se detiene y desde dentro te llama para que subas… “¿Este es mi tren? ¿Este es el tren que espero sin quererlo esperar?” Y alguien te dice: “Este es”. Y te ves obligado a subir… Y aunque pretendas llevarte la maleta cargada de todo aquello que has acumulado, nada te permiten, habrás de hacerlo, como decía Machado, ligero de equipaje, desnudo. Sólo te puedes llevar tu propia conciencia, cargada de sombras o repleta de claridades… Sólo te puedas llevar tus sueños en una pequeña bolsa invisible hecha silencio…

Y ya sí, ya has vuelto al tren del olvido. Y el tren arranca y se pierde una vez más en la lejanía sin saber de fijo dónde te lleva, tal vez al infinito, a esa estación de los trenes perdidos que decía el poeta Jules Laforgue. Hay quienes creen que a un lugar donde gozar o sufrir. Otros piensan que nos bajaran en otra estación diferente, que desconocemos. Y los hay igualmente, como Nietzsche, que aseguran, porque todo lo consideran cíclico, que después de un recorrido por la vía redonda del tiempo, nos volverá a dejar en la misma estación para un nuevo volver a vivir.

Nada sabemos, en verdad, de cierto. Todo es cuestión de creencias, de deseos, de pensamientos, de pareceres, de fe… Todo es cuestión de ignorancia. Lo único verdadero es tan solo que el tren existe, que te trae, te deja y te lleva.

Lo único verdadero también es que la estación, esta estación de la vida, es un lugar asombroso que los viajeros nos encargamos, en lugar de hacerla de sol hacerla de lluvia.

viernes, 10 de junio de 2016

VOLVER A VILLANUEVA DEL ARZOBISPO

Villanueva del Arzobispo es un pueblo al que para llegar desde Úbeda tengo que pasar por Torreperogil y Villacarrillo, otras dos villas que son también partes gozosas de mi existencia.

Y muchas son las veces que he tenido que hacer este recorrido a lo largo de mi vida. La más imborrable fue cuando partía de mi “Dama de sueños” y llegaba, en septiembre del año 1971, al colegio de los jesuitas para tomar posesión de mi plaza como maestro. Nervioso, con miedo, lleno de timidez, llamaba a las puertas que se me abrieron de golpe como dos abrazos de luz en mi corazón. Jamás me he sentido tan bien recibido, tan acompañado, tan acogido. Maestros, compañeros de estudio, alumnos, padres y madres de alumnos, las otras escuelas e infinidad de hombres y mujeres me trataban con amabilidad, respeto y amistad, como uno más de los suyos. Y tanto me dieron que me vi en la necesidad de darme yo también por entero.

Y tomé parte del mundo social, cultural, poético y teatral… Y durante nueve años fui un villanovense más. Allí representé mis primeras obras teatrales, especialmente infantiles, y una, “Padres e hijos”, con motivo del Día Internacional de Niño, que tuvo tanto éxito que tuvimos que representarla por otros pueblos de la provincia.

Villanueva se hizo así, y así será para mí mientras viva, el pueblo de las cien verdades. Porque si dicen de él, graciosamente, que es el de las tres mentiras, por no ser villa, ni nueva, ni tener arzobispo, yo aseguro que es noble, y leal, y honesto, y generoso, y agradecido, y abierto, y acogedor, y considerado, y solidario, y trabajador, y sabio, y…, así hasta cien virtudes que hacen me sienta orgulloso de haber sido y seguir siendo parte de él por siempre.

Y a Villanueva regresé hace unos días, el pasado 4 de junio. Ya lo hice el año pasado con la obra “El poder de la oración”. Y lo he hecho ahora para representar “Malos tratos” en el Teatro Regio. Gran teatro, bello, amplio, dignísimo. Tuvimos éxito. El Grupo Maranatha fue recibido con calor y fue muy aplaudido. Las palabras de la Sra. Alcaldesa a modo de bienvenida fueron de agradecer. El doctor don Adolfo Salas, que hace la introducción a la obra, fue escuchado con sumo respeto y atención. Los actores pusieron el alma. Y yo, al final, viendo al público en pie, me dejé llevar por el corazón y expresé mi amor a todos los presentes y a mi Villanueva del alma que no olvido y llevo siempre en lo más hondo de mí persona.

Volver a Villanueva del Arzobispo es para mí como volver a ser joven, a verme de nuevo viviendo en ese caserón asombroso que da entrada a la SAFA, a encontrarme paseando por sus calles, sus plazas, su parque de la luna llena por el que me adentraba en las madrugadas de plenilunio en la más absoluta soledad… Volver a Villanueva del Arzobispo es encontrarme una vez más con sus gentes, con mis viejos amigos, con mis antiguos alumnos, con sus familias, con mis compañeros, con la Virgen de la Fuensanta…, y, sobre todo, conmigo mismo, con aquel chaval que todo lo miraba con los ojos limpios de creer que el mundo era un paraíso repleto de bondades. Volver a Villanueva del Arzobispo es para mí saber que tengo un rincón en el mundo donde cada vez que llego palpo la rosa de amor que allí me regalaron y llena mi alma, y que está, sin marchitarse, por encima del tiempo y la distancia. Gracias.

miércoles, 25 de mayo de 2016

LOS TIEMPOS, LA MUJER Y LA FE

Nos estamos radicalizando en todo. También en la fe. Y no ya en referencia a la disputa entre creyentes y no creyentes, sino entre personas de una misma creencia que tienen distintos puntos de vista en cuestiones concretas. Y qué pena que esto ocurra, porque lo que puede ser un simple parecer, una opinión más o menos acertada que se da, puede acarrear enemistad, desprecio e incluso persecución por los mismos hermanos allegados. Y todo porque se quiere olvidar que la fe no es un mueble estático que ha de permanecer inalterable e inamovible, sino que es un don en el alma que tiene vida, y que por lo tanto se mueve y toma parte dentro de un contexto histórico determinado que presenta sus particularidades y sus características propias.  

La misma Biblia, que es la palabra de Dios, así nos lo hace ver. Todo el Antiguo Testamento es un espejo, se diga lo que se diga, donde el Dios que se nos muestra es iracundo, temido, guerrero, castigador, justiciero, despiadado…, y donde las normas que se imponen son extremadamente severas… Hubo épocas en que, por poner algún ejemplo, en el pueblo elegido se aceptaban y permitían incluso la esclavitud y la poligamia, y hasta los vientres de alquiler, como cuando Sara, que no tenía hijos, le entregó su esclava egipcia Agar a su esposo Abraham para que le engendrara un heredero, a quien llamó Ismael. El pueblo israelita, en ese tiempo, era enormemente machista, patriarcal, intolerante, implacable con el enemigo, y regido por unas leyes inflexibles, donde el ojo por ojo y diente por diente eran la norma básica. Tal vez por ello, el mismo Dios, que muestra también claros destellos de clemencia, benignidad, benevolencia, compasión, paciencia…, permitiese dejarse entender autoritario, vengativo y celoso porque esos momentos históricos, en los que se revela y hace alianza con ese pueblo suyo en lucha por subsistir, así lo requerían.

Sin embargo, llega el Dios del nuevo Testamento y todo se transforma en paz, perdón, comprensión, bondad, misericordia… en poner la otra mejilla, en no se ha hecho el hombre para la ley sino la ley para el hombre, e incluso en amar a los enemigos… Menudo cambio… Pero Jesús de Nazaret vivió también en un tiempo histórico y a él se tuvo que adaptar. Y aunque aquella sociedad seguía siendo plenamente machista, donde la mujer estaba totalmente relegada y era un ser de segunda, bastante hizo por cambiarla y dignificarla, hasta el extremo de acompañarse de mujeres, hacerlas sus seguidoras, dejarlas estar a los pies de su cruz y consentir que fueran las primeras en verlo resucitado. Menuda revolución para aquella época. Casi nada.

Viene todo esto para hacer ver que al llegar a nuestro ahora, más de dos mil años después de Cristo, en pleno siglo XXI, donde la mujer ha logrado ser reconocida en plenos derechos llegando a ocupar en la sociedad los más altos cargos en todos los sentidos, demostrando además que puede estar a la misma altura que el hombre en capacidades y responsabilidades, hemos de vivir en este presente nuestro e ir con él. También la Iglesia, que no sólo ha de andar a remolque sino que está obligada, como hizo Jesús en su tiempo, a ir siempre en vanguardia, abriendo caminos. Por lo que pienso, humildemente, que es un error que dentro de su seno se empeñen en seguir dándole a la mujer un papel de no igualdad. Y este Papa actual, Francisco, lo sabe, como sabe de la radicalización que nos mueve. Pero pese a ello, ahí lo tenemos, luchando dentro de su tiempo, anunciando hace unos días su intención de crear una comisión para que estudie la posibilidad de ordenar mujeres diáconos, a sabiendas de que no pocos estrictos de la ley se reafirmarán aún más en su consideración de que este hombre es un antipapa, un hereje, un traidor…, y que se muera. Olvidándose de que es el Espíritu Santo quien elige al sucesor de Pedro, y Éste, según ellos, nunca se equivoca. Pues entonces, por qué no piensan que lo mismo el Espíritu Santo lo eligió para ello, para que la Iglesia viva en su tiempo y con su tiempo.

No quiero decir con esto que la mujer sea mañana mismo ordenada sacerdote, obispo o cardenal. Lo que pretendo decir es que no hay que rasgarse las vestiduras porque algún día la mujer, debidamente formada y preparada, ejemplar, como se le exigiría a cualquier otro varón, pueda ser nombrada diácono y pueda ejercer mayores responsabilidades en la toma de decisiones en el seno eclesial. Después ya se verá. Lo que pretendo decir es que la fe en Dios y en Jesús no se rebajaría ni se perdería por ello, sino todo lo contrario. Y ya se ha demostrado. En mis años jóvenes no pocos se echaron las manos a la cabeza y dijeron lo que no está escrito porque la mujer comenzó a salir de penitente en las procesiones de Semana Santa vestida con la misma túnica que el hombre. “¡Marranas! Este es el fin de la Iglesia. A uno ya le van a quitar hasta la fe.” Gritaba un familiar mío. Sin embargo, hoy, pocos ven algo raro en ello, ni nada malo en que ocupen cargos directivos y sean hermanas mayores de las hermandades, ni tampoco en que se suban al altar para hacer las lecturas en la misa o den la comunión, sino todo lo contrario. Hace poco moría también en paz ese familiar mío, después de ver cómo en numerosas ocasiones, ya enfermo, era una mujer laica quien venía a su casa a darle la Eucaristía, quedándole además sumamente agradecido. Yo mismo vi con mis ojos cómo, tras recibirla, le besaba las manos, emocionado, con sumo respeto y fervor. 

La sociedad es mudable y Dios es inmutable. Pero igual este Dios nuestro, que toma parte en el tiempo histórico, cual vela de Amor, se deja cambiar el color de la cera sin que por ello la inmensa llama de su luz deje de alumbrar.

lunes, 9 de mayo de 2016

ABUELOS

 En esta sociedad siempre egoísta y ambiciosa surge la figura de hombres y mujeres que a causa de la edad han calmado la codicia y ya miran al futuro con la templanza que brota de la sabiduría que sólo los años saben dar. Personas que dejan tirados en la buhardilla del corazón el caballo de lo trivial, las armaduras de la discordia, las lanzas del desamor y los escudos de la envidia… y se dedican, como haciéndose niños de nuevo, al juego de la entrega, el servicio y el amor.

Son los abuelos. Hablo de los abuelos. Esos seres especiales que ven en sus hijos la prolongación de ellos mismos, por lo que sufren con sus penas y se alegran con sus alegrías, llegando a tanto que hasta son capaces de quitarse la comida de su boca para que coman ellos, convirtiéndose, además, si fuera necesario, en servidores de los hijos de sus hijos, es decir, de sus nietos.

 De ahí que veamos a muchos de ellos en los amaneceres de infinidad de días, haga frío o calor, llueva o hiele, llevando a sus nietos al colegio, recogiéndolos a la salida, sacándolos a pasear, invitándolos al cine, jugando en sus cuartos, alimentándolos, poniendo en sus frentes el beso de buenas noches… Y así año tras año, y todos, pese a andar muchos de ellos con dificultad y tener que cargar con los sufrimientos del dolor de las enfermedades y los cansancios, gozosos, sintiéndose un compañero más, un amigo más, poniéndose a su altura, conversando en un lenguaje lo más sencillo posible…, contándoles historias de su vida, de sus batallas, de sus vivencias más especiales, dándoles además sus consejos más nobles, abriéndoles caminos, sembrado en sus corazones semillas de grandeza.  

Los abuelos son el barniz hecho calor y esperanza que da color al gigantesco cuadro del mundo que anda repleto de negros, blancos y grises. Los abuelos han sido siempre la ternura de las casas y las familias. Siempre. Pero nuestros abuelos de hoy son, además, especiales, únicos. Ellos son los que vivieron la asfixia de una posguerra de hambre y de miedo, de silencios y humillaciones, de manchas de sangre demasiado fresca. Ellos fueron testigos y sujetos activos de las emigraciones, de los trabajos mal remunerados, de las penurias para seguir viviendo... Pero ellos, pese a todo, fueron capaces de sacar a sus hijos adelante, dando cuanto pudieron por ellos, dejando incluso de soñar por ellos. Fueron los fuertes cimientos de hierro y hormigón para que el hogar no se derrumbara…  Y hoy, ahora, cuando en justicia ellos, los abuelos, deberían ser amablemente servidos y liberados definitivamente de las cargas y sacrificios del día a día, agravados además por esta crisis inventada por los poderosos para más arrancarnos las entrañas, se han vuelto a convertir en sostén, en base, en cadena, en ayuda económica, en refugio al que acuden muchos hijos e hijas para ser socorridos, para que sostengan parte de sus cargas, para que les sea un poco más fácil seguir caminando sin necesidad de pegarse un tiro en el alma.

Reconocidos sean, por lo tanto, esos abuelos de ayer y, sobre todo, de hoy que renunciaron y renuncian a su júbilo de comodidades y ocios para beneficio de sus hijos y nietos necesitados. Reconocidos sean, aunque ellos no necesitan ser pagados, porque quien hace las cosas por amor, ya, en ese mismo amor, tiene la más hermosa recompensa.

miércoles, 20 de abril de 2016

VOLVER AL COLEGIO JUAN PAQUAU DE LA MANO DE QUIENES SE FUERON HACE 25 AÑOS


Después de muchos años he vuelto a visitar el colegio público Juan Pasquau, el colegio de mi vida, aquél que estrenamos en 1980 y del que fui director por tiempo de doce años, aquel colegio que supo, sin ideologías, ni racismo, ni políticas, ni discriminaciones sociales, luchar contra las adversidades y ser uno de los más dignos de España. Y lo he hecho porque los alumnos y alumnas cuya promoción se despidió en un acto de gala, en junio de 1991, se han vuelto a juntar en él para celebrar su veinticinco aniversario, queriendo contar con la presencia de aquellos maestros de su infancia que calaron en sus vidas, entre los que me encontraba.

Y fue muy emotivo. Enormemente gratificante volver a ver sus rostros, algunos sin perder apenas la fisonomía  y otros algo más cambiados, pero dejando todos una impronta en las pupilas que te hacía recordarlos con hondo sentimiento, como si a la mente te vinieran destellos brillantes de un pasado que hacían situarlos en escenas que sólo generaban gozo. Ellas y ellos estaban ahí, cual vencedores de un tiempo que jugara con sus destinos, sólo que, inevitablemente, ya en edad adulta, cerca ahora de cumplir los cuarenta, es decir, en la flor de la vida. Ellos, más formales. Ellas, bellísimas. Ellos, más serios. Ellas, más alegres… Y todos felices de volverse a ver, de regresar a un pretérito de compañerismo, de sencillez, de compartir, de respeto, de valores… De la mayoría yo había olvidado sus nombres, pero eso no me importó porque comprobé que a todos los seguía llevando en mi corazón, porque fueron como hijos a los que quise con toda el alma.

Organizaron un acto tan sencillo como hermoso. Presentaron un video emocionante con imágenes de sus vivencias escolares. Imágenes muchas ya descoloridas, borrosas, las justas, porque entonces no había móviles y nadie llevaba una cámara de fotos a la escuela. Algunos hablaron, presentando discursos de gran altura, llenos de remembranzas, anécdotas, vivencias, de ternura, de sacrificios, de superaciones... Tuvieron su particular homenaje para los que no habían podido estar y también por quien ya se fue a la otra orilla de la existencia. Y, cómo no, tuvieron palabras enormes de gratitud para sus padres y familiares, y en particular para sus maestros, agradeciendo –ahora que parece que decir gracias ya no se lleva, ni hay por qué darlas– todo cuanto hicimos por ellos, todo lo que les enseñamos  y todo cuanto sembramos en sus corazones. Hablamos, por último, algunos de los maestros, expresando nuestro sentir y agradeciendo lo mucho que ellos también nos habían dado… Y, como cuando se despidieron del colegio, en el mismo lugar del patio, nos volvimos a hacer la foto de recuerdo.

Tuvimos después una cena en “El Blanquillo”, donde nos atendió, lo que faltaba, otro antiguo alumno del colegio. Y como en aquellos años de la infancia, en la clase, tras situarnos a los maestros en el centro de una mesa alargada, los chicos se sentaron a un lado y las chicas al otro, separados. Y tan contentos. Tuvimos brindis y todo nos supo a gloria. Yo, de vez en cuando, miraba a un lado y a otro, y los veía dichosos. A ellos inmersos en sus temas, poniéndose las manos sobre el hombro, mirándose con cariño, y a ellas las veía felicísimas, dejando saltar, más que de sus gargantas de lo más hondo de ellas mismas, risas hechas de lumbre, risas que no cesaban, con alas, contagiosas… Y es que por unas horas, ellos y ellas dejaron a un lado sus luchas del presente, sus problemas, sus angustias, sus miedos, sus frustraciones…, para volver a ser niños, aquellos niños de alma blanca que no sabían de odios, ni rencores, ni maldades… Niños que por unas horas me devolvieron también a mí el trofeo de la satisfacción, del honor y del orgullo de haber sido su maestro y su director. Y me sentí lleno de vida. Por ello les pedí, cuando los maestros decidimos despedirnos ya de madrugada, que no nos olvidaran, que nos siguieran recordando, porque, como dijo el sabio, mientras lo hicieran, seguiríamos vivos.

Nosotros, ya algo más mayores, nos marchamos perdiéndonos bajo la noche serena. Ellos se quedaron ahí, todos ellos, sin excepción, en el salón, disfrutando de su volver a encontrarse, de su volver a ser, de su volver a vivir… Y sus voces y sus risas seguían escuchándose como canto de ángeles más allá de las estrellas.

Y regresé a casa lleno, con los ojos nublados por las lágrimas de la emoción, feliz.

Gracias, antiguos alumnos, hijos míos, por devolverme la Lección del Amor.

lunes, 11 de abril de 2016

LAS DROGAS Y LA DOBLE VARA DE MEDIR

Las drogas, los alucinógenos, los estupefacientes…, están totalmente perseguidos en el mundo del deporte. Constantemente a los deportistas se les hacen pruebas, muchas de ellas por sorpresa, y siempre después de los eventos competitivos. Y pobres de aquellos a los que se les detecta lo más mínimo en los análisis. Caen, inmediatamente, en el pozo de las oscuridades; se les retira trofeos y medallas conseguidas, se les suspende por meses y años, las marcas publicitarias rompen con ellos los contratos…, y lo que es peor, quedan estigmatizados para siempre. Desde ese día, aunque vuelvan a competir, ante cualquier triunfo, una y otra vez, ya queda planeando sobre ellos el pájaro de la duda.

Sin embargo, no ocurre lo mismo en otros terrenos de la vida. Pongamos por ejemplo el mundo del arte, de la literatura, de la composición, de la canción, de la música, de la pintura… Aquí no son pocos los que dejándose llevar por las drogas componen obras extraordinarias, de gran éxito que, asimismo, lejos de criticarse, se aplauden. Hace poco leía en internet el comentario de un señor al respecto, diciendo textualmente: “Si la droga le sirve al músico para hacer buena música, bendito vicio”.

Muchos son los artistas, por lo tanto, que han logrado, de esta manera, grandes logros, dineros y fama a lo largo de su vida, confesando ellos mismos, además, que cuando hicieron ésta o aquélla obra estaban “colocados”, Y así, claro, alterado el sistema nervioso, fluyendo las neuronas con excesiva rapidez, a gusto, desinhibidos, como volando por las nubes de colores…, a quien tiene talento se le puede multiplicar. Añadiendo, para colmo, que, por el contrario, una vez que tuvieron que dejar la droga, por problemas especialmente de salud, se les acabó la inspiración.

¿Y esto es justo? ¿No es jugar con ventaja respecto a los demás creadores? ¿Por qué la sociedad, al menos al enterarse del doping, como sucede en el deporte, no deja de admirar, considerar, condecorar y enriquecer el drogata que ha logrado una obra con ayuda de estimulantes y no por su propio esfuerzo, preparación, formación, constancia y trabajo…?

Ya sé que sería de risa que, tras presentar una exposición de pintura, o sacar un disco, o publicarse un libro…, se tuviera que hacer una analítica antidoping al autor. Lo mismo, además de una estupidez, listos ellos, ya lo harían cuando transcurriera el tiempo suficiente como para estar limpios. Lo que pretendo decir, por decir, es que en esta sociedad siempre andamos en la hipocresía, en la falsedad, en la doble vara de medir, en la incoherencia… De ahí que no entienda, dicho sea de paso, entre otras muchas cosas, tampoco, cómo se puede defender con todo el coraje del mundo la vida de una cría de serpientes encontrada en las afueras del pueblo y luego estar a favor de machacar a una criatura humana en el vientre de una mujer. O cómo abrir telediarios y portadas de periódicos porque ha habido un atentado o, ayer mismo, un incendio en un templo hindú en el que han muerto un centenar de personas, y apenas decir esta boca es mía cuando, una y otra vez, casi sin descanso, en numeroso lugares, aparecen masacrados, achicharrados o degollados cientos de cristianos. O como declararse de izquierdas, despreciando la corbata y la chaqueta porque es de ricos, para vestir andrajosas ropas oscuras, como rotas y sucias, que valen, al ser de diseño, un dineral, y hablar de los pobres, de la solidaridad, de la justicia social, del bien común…, y luego, aparte de vivir como reyes, ocultar su grandes fortunas en paraísos fiscales…  

Y es que somos así: embudos. Embudos, mientras nos ponemos las gafas con el color del cristal con el que queremos mirar. Embudos a lo claro. Siempre la parte estrecha para ti y la ancha para mí y lo que a mí me parece. Y a vivir que son dos días.     






miércoles, 23 de marzo de 2016

POBRE DIOS Y POBRES SEGUIDORES

Han sido ya varias las veces que he andado por el aeropuerto de Zaventem, en Bruselas. La última vez hace pocos días, y a la misma hora de los atentados. Quiero decir que podía haber sido, de haberse adelantado el calendario de los terroristas asesinos tan sólo unas fechas, una de las víctimas y andar ya en vuelo hacia la otra orilla.

Y al ver en la televisión las imágenes de los muertos, heridos y los destrozos causados, pienso también en mi hija y en mi yerno, e incluso en mi nieta recién nacida, porque podrían haber sido igualmente ellos, que viven allí y conocen ese aeropuerto como las palmas de sus manos de tanto ir y venir, unos de los tantos que yacían tirados por el suelo envueltos en sangre. Pienso asimismo que los muertos y los heridos pueden ser compañeros míos, amigos míos, conocidos míos… y me muero de dolor y de rabia.

Los yihadistas islamitas nos han declarado la guerra hace ya mucho tiempo, tal vez desde que nació esa religión que ha de tomarse al pie de la letra, que no admite interpretación, que obliga, no por convencimiento, sino por narices, bajo pena de muerte; incapaz, por lo tanto, de adaptarse a los tiempos, que se enquista en ella misma hasta volverse terriblemente violenta, como quien rompe la baraja, tira la mesa de juegos y desenfunda la pistola cuando ve que lo han pillado haciendo trampas, porque descubre en el fondo de su propia conciencia la mentira en la que se cimienta sus creencias, en cuanto no les permite adaptarse a los descubrimientos científicos, los avances técnicos, la globalización, los derechos humanos, las libertades individuales, la separación de poderes, la democracia política, la libertad de expresión, la igualdad de género, la independencia de la mujer, el respeto a otros modos de ser y de pensar y de vivir…

Porque descubren, pese a las críticas de que andamos en una civilización corrupta, injusta e inmoral, que somos mejores que ellos, porque, pese a todo, los admitimos en nuestras sociedades con plenos derechos, los ayudamos si es necesario con alimentos y viviendas, los acogemos, les abrimos las puertas de nuestros colegios y hospitales, respetamos y toleramos sus creencias –y hasta se las subvencionamos, e incluso, para que se sientan más a gusto, a costa de cercenar las nuestras–, les dejamos levanten cuantas mezquitas quieran y hasta permitimos tengan programas en la televisión para que expongan sus doctrinas…, realidades, hechos que ellos son incapaces de hacer, ni siquiera mínimamente con nosotros en sus países, viendo también que aquí se puede ser o no creyente, agnóstico o ateo sin que te persigan ni te degüellen, y que, por lo tanto, no hace falta ser religioso para que te dejen vivir ni para poder ser una gran persona, y viendo también que los que son cristianos, desde cualquiera de sus ramas, les dan ejemplo en cuanto rechazan las represalias, el odio, la vileza, la ira, el crimen, la maldad…, y ofrecen solidaridad, entrega, renuncia, comprensión, misericordia, amor a manos llenas, siendo hasta capaces de poner la otra mejilla… Y que Jesús, el Maestro, ejemplar en sus palabras y en la coherencia de sus actos, es un Dios de perdón y no de venganza, de paz y no de guerra…, de vida y no de muerte.

Se saben peores, se saben equivocados, se saben en el error…, y ante la negativa de aceptarlo, actúan desde la intolerancia y el fanatismo, pretendiendo seamos todos como ellos, o, de lo contario, buscando acabar con todo aquello que se lo puede recordar, de ahí que destruyan y rechacen permanentemente los monumentos y la arquitectura histórica, la literatura, el cine, la escultura, la pintura, la música, el periodismo…, el arte en general. De ahí que quieran aislarse, vivir en una dictadura atroz que no abra puertas al exterior, que siga tapando, de pies a cabeza, el cuerpo entero. De ahí que no tengan interés en la enseñanza de sus hijos y menos de sus hijas. De ahí el odio a los extranjeros, al turismo, a internet, a las bibliotecas… De ahí que busquen amedrentar y dirigir a cuantos musulmanes viven pacíficamente en esta parte del mundo con consignas y advertencias. De ahí su pretensión de acabar con nosotros –tachándonos de infieles y poseídos de satanás–, con la civilización de occidente, que, pese a tener grandes deficiencias e imperfecciones, es infinitamente mejor, mucho mejor que la suya, atrasada, adoctrinada, aborregada, acobardada, esclavizada, empobrecida, inculta, intransigente, atascada en la Edad Media, tan atascada que son incapaces de salir porque es tanto el barro de lo falaz en el que andan metidos que les llega hasta los ojos cegándolos aún más. De ahí su grito último, feroz y terrible, cuando van a cometer, a traición, la mayor de las canalladas: “¡Alá es grande!”

Buscando así, antes de suicidase, airados e impotentes ante su propio fracaso, enloquecidos por no poder salirse con la suya, no convencer a quienes lo oyen, sino convencerse ellos mismos, buscando con ese ruido atronador acallar el propio corazón y la propia mente que andan gritándoles desde dentro, sin descanso, que su dios es pequeño, muy pequeño, tan pequeño que para reivindicarlo tienen que gritarlo y asesinar a hombres, mujeres, niños y ancianos inocentes e indefensos, por decenas, por cientos, por miles… ¡Lástima! Pobre dios y pobres seguidores.