miércoles, 2 de septiembre de 2015

LA ALEGRÍA PERDIDA

Debe de ser que me he vuelto viejo. Porque cuando uno empieza a no estar cómodo en el mundo en que vive, cuando uno sale a la calle y ya casi no conoce a nadie porque los de su edad andan encerrados o se fueron para siempre, cuando descubres que muchos viejos amigos han crecido tanto y se han olvidado de tanto que ya ni los conoces cuando se cruzan contigo por alguna esquina…, cuando suceden todas estas cosas, en opinión de los estudiosos y sabios de la psicología, es porque andas en la primera línea de combate y las balas pasan ya demasiado cerca del corazón. 

Y yo me resisto a envejecer. Y por ello que me niego a dejar de estar cómodo en la vida y por ello que la sigo amando con toda el alma. Pero me entran dudas. Bien es cierto que sigo haciendo teatro, que me invitan a actos culturales, a recitales, pregones, premios, comidas…, que no puedo dejar de componer, de escribir, de leer… Y aunque en ocasiones me siento algo cansado, me repongo paseando por la soledad de los campos y subiendo a cerros altísimos para ver si allí Dios se me hace más cercano… Y en esos caminos de soledad absoluta, sin móvil, porque no quiero que nadie me vigile, me controle, me engañe… y de paso me vacíe los bolsillos…, sin alforjas, ni dos túnicas…, me encontré hace unos días a un muchacho que recogía almendras.

En el campo existe otra cultura y otra civilización. En el campo todo se humaniza y todos somos más iguales. Tal vez por eso, el muchacho, con gorra gris, chándal azul y zapatillas amarillas, en un camino oculto más allá de los túneles de la viaja vía, se acercó para decirme que me conocía, y que muchas veces me había visto desde lejos. Me conmovieron sus palabras llenas de amabilidad. Se veía un chico culto. Tiene la licenciatura en Derecho y en Filología Inglesa y anda preparando oposiciones a lo que sea. Hablamos…, y, ¡qué sorpresa! si más harto de todo estaba yo, más harto me hacía ver que estaba él.

Me hizo saber que se resiste a leer la prensa porque la inmensa mayoría de lo que pone es falso, o está tergiversado o, lo que es peor, son medias verdades. “Sin ir más lejos, ayer mismo, por poner un ejemplo, decía el titular de un diario muy importante: El Papa absuelve a las mujeres que abortan y que están arrepentidas. Como si el pecado del aborto no hubiera tenido absolución con los otros papas. Como si fuera una minucia, como si sólo las mujeres fueran culpables, como si estuvieran saliendo de la clínica, en presente, se santiguaran y hale, asunto concluido, hasta otra. Y no es eso, es que el Papa Francisco autoriza a los sacerdotes, y no sólo a los obispos como venía siendo hasta ahora, a perdonar, a lo largo de este año de la Misericordia, en confesión, el pecado del aborto si hay verdadero y profundo arrepentimiento y claro propósito de enmienda. Ya ve, don Ramón, y así en la mayoría de las noticias que se dan, diciendo lo que interesa, lo que crea morbo, lo que vende.” ¿Don Ramón? “Sí, es que yo fui alumno suyo en el Juan Pasquau y me enseñaron mis padres a tratar de usted y de don a mis maestros.” Y continuó: “Y mire usted los robos de los bancos, y los engaños de las empresas de luz y comunicación, con ofertas éstas de televisión incluidas que luego no se cumplen, que son cepos de los que es imposible escapar, con recibos que no son lo acordado, y donde nadie da la cara porque todo es por teléfono, aparatos tras los que se esconden infinidad de hispanoparlantes que no te entienden ni te atienden correctamente, o te atienden con amabilidad ficticia o te marean mandándote de unos números a otros llenos de musiquilla de espera para sangrarte. Mentira tantos políticos que nada más llegar a los cargos van a lo suyo, a vivir, a triunfar, a pagar favores, a cobrar… De risa los separatismos, que de ratones se han convertido en dragones con la aquiescencia de los gobernantes que ahora se quieren rasgar las vestiduras. Cansados del catalanismo de bandera con la que más que el bien del pueblo se busca ocultar los robos de decenas de años. Desastroso también tanto paro, tanta economía sumergida, tantas personas con estudios durmiendo la siesta en el sofá de la casa de sus padres, tantos malos tratos, tanta mala educación, tanto egoísmo, tanto engaño, tanta falsedad, tantos intereses creados, tantas separaciones, como si de una moda se tratara, porque se nos acabó el amor, porque necesito mi propio espacio, porque me hace ilusión volverme a enamorar…, sin pensar en los hijos ni en los padres. Desesperante los miles de personas cruzando fronteras buscando refugio, jugándose la vida. Terrible los niños muertos en las playas. Horroroso los cadáveres flotando sobre el mar, como peces sin alma. Preocupante la religiosidad. Cerrándose conventos cada día porque ya no tienen rumbo, donde ya pocos se arrodillan siquiera ante el Santísimo, donde nada es malo, donde la entrega a los más pobres y enfermos es para los otros, donde los sacerdotes andan cansados, aburridos, perdidos, solos… descentrados…, con fieles a su lado pensando en la juerga, la festividad, las parafernalias, la procesión…, de la misa a la mesa…”

No sigas, le dije, que vas a envejecer antes de tiempo. Que todo eso lo diga yo, tiene un pase, pero tú…, con apenas treinta años...

“Los de mi generación, don Ramón, nacimos niños, pero con treinta años somos ya viejos, porque tenemos muchos festejos, bailes, alcohol, televisión, distracciones… Mucha fiesta…, mucho pan y circo, pero nos falta, eso, la alegría, la alegría verdadera, la alegría que nos han robado. Y sin alegría no somos más que ancianos con la mirada perdida en ninguna parte.”  

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