martes, 28 de octubre de 2014

AL PADRE ISIDRO HERNÁNDEZ, CAÍDO EN LA GUERRA DE LA VIDA

Andamos en un frente de batalla. Salimos de la trinchera y corremos hacia delante sin saber muy bien qué objetivo queremos alcanzar. Frente a nosotros hay una niebla desde donde se nos disparan balas que no vemos pero sentimos, escuchamos y palpamos, sobre todo al ver cómo a nuestro lado van cayendo quienes nos acompañan, quienes corren a lo largo del horizonte porque alguien nos ha dado la orden de avanzar y una vez puestos en pie ya no podemos volver atrás. Adelante, siempre adelante. A veces, alguna metralla nos hiere y caemos, pero alguien nos ayuda y volvemos a levantarnos y a seguir corriendo hacia el asalto final que nunca alcanzamos. Yo, como todos, ando en esta guerra. Corro de frente con la esperanza de no ser el alcanzado. Algunos días miro a mi alrededor y veo cómo, un poco lejos, cae un joven. O uno ya mayor algo más próximo. Pero algunas veces, cae también alguien a quien amo de manera especial, alguien que viene muy cerca de mí, que me acompaña, con quien comparto palabras, sueños, pan, besos, esperanzas… Y de vez en cuando veo igualmente caer a alguien que, estando a mi lado mucho tiempo, un día decidió atacar por otro espacio, por otro flanco, alejándose…

Y eso me sucedió el otro día. Yo anduve corriendo hace algún tiempo en la lucha al lado de un hombre activo, servicial, bueno de corazón, inteligente, comunicador, creativo… El padre trinitario Isidro Hernández. Nos dimos la mano y cruzamos una lluvia de proyectiles que no pudieron con nosotros. Compartimos ilusiones, proyectos, viajamos juntos por España, Italia y Argentina, representamos teatros, participamos en actos culturales y hasta hizo que nos recibiera el Papa, hoy santo, Juan Pablo II… Fueron meses hermosos… Luego… Bueno, luego él continuó su lucha personal por otros territorios, cruzándonos sólo en contadas ocasiones…, hasta que no volvimos a vernos.

De golpe, hace semanas, un compañero me lo hizo saber: “Han herido al padre Isidro. Lo ha alcanzado una bala en el páncreas y está muy grave”. Corrí entonces hacia su espacio de guerra y me acerqué para animarlo. Se desangraba a chorros. No me quedó más que agradecerle de todo corazón lo que había hecho por mí y por mi familia, lo mucho que vivimos juntos, las muchas ilusiones sembradas, los sueños que compartimos... Se abrazó entonces a mí llorando y me respondió con parecidas palabras que apenas les salían del cuerpo. Yo lloré con él. Y nos despedimos con un hasta luego, con un hasta que nos volvamos a ver en el reino del infinito. Ahora me acaban de comunicar su muerte. Al decírmelo, he mirado unos instantes para atrás y lo he visto, allá a lo lejos, enjuto, pálido, frío, pero con una ligera sonrisa en sus labios, esa sonrisa entre pícara, amable y animosa con la que siempre iba regalando a todos. Descanse en paz, padre Isidro. Me pare unos instantes para decírselo. Me he parado. Y, al hacerlo, observo cómo cruza por mi lado un enjambre de disparos. Tengo que seguir, en esta guerra que es la vida, quien se para es blanco seguro. Hay que seguir sobreviviendo, equivar, driblar, agacharse, saltar, lanzarse cuerpo a tierra, levantarse, caer, volverse a levantar… Vivir. Vivir sabiendo que más tarde o más temprano te alcanzará la bala definitiva y caerás con los ojos abiertos hasta pudrirte, mientras otros soldados saltarán sobre ti y pasarán por tu lado, corriendo, intentando escapar del tiroteo. Es ley de vida. Es la pesadilla que nos ha tocado vivir en el sueño de Dios.

jueves, 16 de octubre de 2014

HAMBRE DE DIOS

¿Quién dice que la espiritualidad ya no tiene sentido, que ha muerto? ¿Quién dice que hoy lo que hay que hacer es pasar de todo aquello que tenga relación con la trascendencia? ¿Quién dice que el arte religioso ya no tiene porvenir, que sólo puede llevar al fracaso?

Nuestra cultura y nuestra historia están íntima y profundamente ligadas a la fe. Las mejores obras de la literatura, de la poesía, de la música, de la pintura, de la arquitectura, de la escultura… están relacionadas con el tema de la religiosidad. Todos los maestros clásicos lo han tocado y se han sabido profundamente congratulados con ello…

Sin embargo, en nuestro tiempo, los movimientos pragmáticos, hedonistas y relativistas nos intentan hacer creer que todo lo relacionado con las creencias ya no tiene sentido, no es válido, nada aporta, porque lo consideran, si no como un volver el pasado, sí, cuando menos, como un quedarse estancados en el presente. Y no es así. Por más que nos quieren cerrar los ojos a la verdad de la existencia, toda persona reflexiva, libre, que dedique un tiempo a la meditación personal, se dará cuenta de que dentro de ella hay una dimensión que asciende más allá de la puramente carnal, que hay un deseo de trascender, incluso una necesidad de acudir a un Ser Superior en el que buscar comprensión, ayuda, esperanza, gozo, vida...

No somos mera materia. Sentimos en el alma el amor, somos capaces de perdonar, queremos construir, ansiamos mejorar, soñamos con un mundo mejor, buscamos la felicidad. Es decir, tenemos grabado en la conciencia un especial tatuaje que nos recuerda que no somos ni plantas ni animales, que somos seres especiales, capaces de pensar, de sembrar, de crear, de conocer y conocernos, de comprender que venimos del olvido y vamos a la muerte, pero que al mismo tiempo algo nos dice que puede haber un más allá, un nuevo modo de continuar existiendo, una forma de ser unidad en la Unidad.    

Y por más que desde todos los medios, por infinidad de intereses y motivos, y porque ello nos hace más esclavos y dependientes, menos libres, luchen por emborronar nuestro adentro, y así quede paralizado, acorchado, insensible, no hay más que dar a conocer algo que tenga sinceridad creativa, que despierte el ánimo del corazón, que nos haga ver que el camino de la espiritualidad, incluso el del misticismo, no ha muerto, para que nos sorprenda la reacción de la gente.

De ahí que, aunque muchos se extrañen, cada vez que represento una obra teatral de carácter religioso, los teatros y lugares de representación se llenen. Durante lustros, el Grupo de Teatro que dirijo ha representado la obra acerca de la vida de Jesucristo, y ni una sola vez, en más de sus trecientas puestas en escena, ha quedado una sola butaca vacía.

Ahora, por el mismo grupo teatral, estreno la obra “El poder de la oración”, que he escrito en homenaje a Santa Teresa de Jesús. Y nada más poner las invitaciones a disposición del público, se agotaron, teniendo que representarla al día siguiente, y para la cual, en una sola tarde, se volvieron a agotar todas las invitaciones.

¿Y eso por qué? ¿Cómo un grupo de aficionados puede lograr ese éxito? ¿Cómo va ser eso posible si cuando se representan obras teatrales, modernas, laicas, agnósticas…, por compañías de actores profesionales, superconocidos y famosos además, siempre hay pocos espectadores?

¿Cómo puede Maranatha llenar los teatros una y otra vez con sus obras y en especial con sus obras de carácter religioso? ¿Cómo puede ser eso posible? ¿Qué misterio encierra? Me preguntan. A lo que yo, con humildad, suelo responder: No hay ningún misterio, es, sencillamente, que, en el fondo, la sociedad tiene hambre de Dios.

viernes, 3 de octubre de 2014

UN AÑO APASIONANTE

En diciembre del año pasado, las madres carmelitas descalzas de Úbeda me pidieron tomar parte en los actos conmemorativos de la celebración del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús.

Una efeméride especial, y más tratándose de una de las figuras más relevantes, no sólo en el mundo religioso, sino poético, literario, de pensamiento, social... Todo un ejemplo de mujer adelantada a su tiempo: luchadora, andariega, escritora, fundadora, mística, santa, doctora…, incansable.

Y acepté. Cómo no voy a acudir a la llamada de estas santas mujeres que lo han dejado todo para unirse a Dios y pedirle por todos los demás. Ellas viven de su trabajo y oran por la humanidad. En el seguimiento a Cristo no todo es acción, también es necesaria la contemplación, dar la vida a base de entregarse a los demás desde la ascética y la unión espiritual. Ellas han sentido a Jesús llegar a su casa, como llego en Betania a casa de sus amigos Lázaro, Marta y María. Y en lugar de ponerse a trabajar en las tareas de los preparativos para el banquete, se han sentado a su lado para escucharlo, para dialogar con Él, para pedirle por cuanto haga falta… Y Jesús, en lugar de recriminarlas, al quejarse Marta, le hace saber que su hermana ha sabido escoger la mejor parte.

Pero pese a ello, ser contemplativa no significa llevar una vida sosegada, cómoda, sin complicaciones, sin compromisos… Ser monja de clausura es labrar sin descanso, desgastarse hasta los huesos en bien de los pueblos y las naciones, es salvar almas desde el secreto, es alcanzar milagros que ni siquiera se saben que han sido concedidos por mediación de ellas… Es llegar a ser parte del Misterio en el misterio.

Y acepté ser su pregonero en el acto de la inauguración del Centenario. Y el próximo viernes, día 10 de octubre, a las 20,30, en su Iglesia, en unidad con el Grupo Polifónico San Juan de la Cruz, haremos un acto literario-musical, abierto al público, pero dedicado especialmente a ellas.

Y el sábado siguiente, día 18 de octubre, a las 19,00 horas, también en su iglesia, de manera gratuita mediante invitación, el Grupo de Teatro Maranatha estrenará una nueva obra en un acto que he escrito para representarla también por toda España, en Homenaje a Santa Teresa: El poder de la oración.

En relación a esta obra les remito al blog de la Asociación Socio-Cultural Maranatha para tener una mayor información.

Comienza el centenario de Santa Teresa. Nos queda todo un año apasionante. La Santa y sus hijas se lo merecen.