martes, 12 de noviembre de 2013

¿QUÉ HA HECHO ÚBEDA POR ANTONIO MUÑOZ MOLINA?

La tarde noche del último viernes de octubre, me vestí de gala y me senté ante el televisor consciente de que iba a presenciar uno de los actos más excepcionales de la Historia de mi pueblo y de mi propia historia: la de ver a Antonio Muñoz Molina recoger el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

            Y desde el espacio en penumbra de mi salón, vi al escritor subir al escenario Campoamor de Oviedo, junto al resto de los premiados, sin poder evitar sentir en mi alma un extraordinario orgullo que me emocionó hasta el punto de creerme en un sueño. Ese sueño de verlo después pronunciar su discurso, tan literario como pausado. De verlo recibir el diploma acreditativo de manos del príncipe Felipe... Sueño que alcanzó su punto cumbre cuando, con el título en sus manos, se fue hacia el público para saludar, como con miedo, sin poder evitar que su innata timidez le doblegara la mirada, y yo me levanté de mi sillón, con lágrimas en los ojos, para aplaudirle con todas mis fuerzas. Y lo hice, especialmente, porque Antonio, que anda ya en ese reino donde los reconocimientos importan lo justo y necesario, había confesado que la alegría que sentía por el premio era, más que por él mismo, por la ilusión que sabía despertaba en sus amigos, su familia y sus lectores... Entre los que me cuento.

            Y Úbeda, la Mágina de Antonio, esa Úbeda que, irremediablemente, sin poderlo evitar, le inspira porque la lleva en el corazón y en la mente... ¿Qué premio le ha concedido a este hombre universal e ilustre, al más grande y genial escritor que esta tierra ha dado? ¿Qué se le ha otorgado a nivel de pueblo? ¿Qué se le ha dado desde la oficialidad, desde nuestro Ayuntamiento, que está obligado a gobernar para todos, sin estrecheces de miras personales; desde un alcalde y unos concejales que han de estar abiertos y al servicio de sus ciudadanos, y no al revés; desde una Concejalía de Cultura que ha de tener su despacho abierto de par en par, para eso es de la Cultura, a todos, y más a la gente que ama y lucha y muere por ella, y no encerrarse su mandamás detrás de varias puertas con sus correspondientes guardianes, como en un castillo en propiedad que habrá de dejar más pronto que tarde...?

            Nuestro pueblo, digo, ¿qué ha hecho por Antonio aparte de una medalla que creo que ni ha recogido y darle una redonda que ni casas tiene? ¿Le ha organizado un homenaje clamoroso como otros pueblos lo hacen con sus campeones? ¿Le ha puesto ya su nombre a alguno de sus institutos o colegios, y a alguna de sus grandes avenidas, y a alguno de sus grandes centros culturales...? ¿Le ha levantado ya un monumento en bronce, aunque sea a nivel de calle?... ¿Ha marcado con placas de cerámica los lugares por los que aquí anduvo? ¿Se han construido cartelas con frases suyas para referenciar rincones, casas y espacios a los que hace mención en sus obras para honrarlos aún más?... ¿Cuándo Úbeda lo hará? ¿Cuando muera? ¿Ni siquiera después de muerto? Tanta frialdad, ¿no habrá de romperse nunca? ¿Cuándo la Úbeda de las personas nobles, justas, generosas, independientes y buenas vencerá a la Úbeda de los egoístas, sibilinos, partidistas, falsos y envidiosos...? ¿Cuándo?


viernes, 1 de noviembre de 2013

EL HOMBRE Y LA MUERTE JUEGAN AL AJEDREZ





El juego de  ajedrez no es otra cosa
que una historia de lucha inevitable
del hombre con la muerte. Salen blancas,
                        el color de la vida cuando naces.

                        Y avanzas. Mueves ficha. Los peones
                        –pequeños salteadores incansables–
                        buscan abrir caminos. Los alfiles
                        divisan las distancias que nos salen.

                        Mientras, las torres miran hacia arriba
                        tal vez soñando un sueño inalcanzable.
                        Los caballos bien saben cómo hacer,
                        y saltan por encima, y son cobardes,

                        y atrevidos también, y solidarios...
                        La reina vale mucho, cual la sangre,
                        como la libertad o la esperanza,
                        como el amor que prende y que nos arde.                  

                        A veces nos parece que ganamos,
                        movemos y comemos insaciables...
                        Superamos heridas, amenazas,
                        escapamos del mar de los embates...

                        Pero por más que andemos resistiendo
                        y buscando estrategias que nos salven,
                        al final mueven negras rodeando
                        la figura del rey...
                                                           Y jaque mate.