martes, 22 de noviembre de 2011

METAMORFOSIS



                                        
                                   El hombre es un gusano
                                   que nace del olvido y, sin memoria,
                                   comienza a conocerse
                                   a fuerza de arrastrarse por las sombras
                                   del barro de la tierra.
                                   Y así, muy lentamente, entre las hojas
                                   del miedo y la ignorancia,
                                   cruza desnudo en busca de las formas
                                   que le hagan comprenderse,
                                   sabiendo de seguro que, al final, por la broza,
                                   un pie de iniquidad lo aplastará
                                   hasta hacerlo ceniza fría y honda.
                                              
                                               Pero cabe también que este gusano
                                               se oville en su espesura silenciosa,
y un milagro de muerte hacia la vida,
de noche en soledad a amanecer sin horas,
–metamorfosis plena–,            
                                               lo convierta en eterna mariposa.




miércoles, 16 de noviembre de 2011

ROBOS

Cada día que pasa hay mayor necesidad. La pobreza empieza a verse a nuestro alrededor. Personas que deambulan pasando físicamente hambre, buscando en los contenedores de la basura... Pero al mismo tiempo, cuando paseas por las calles y plazas principales, ves cafeterías y restaurantes repletos de un público pudiente... Y todo esto me trae a la memoria una época atrás, que creía superada, aquel tiempo de cuando los señoritos y los nobles andaban en los casinos, ataviados con lujosos trajes, o llenando salones de baile y teatros acompañados de damas distinguidas que llegaban en fastuosos carruajes..., mientras el populacho se quitaba el hambre a bases de miserables jornales, cuando no a bofetadas...

            De nuevo, ricos y pobres, clase media disgregándose, resquebrajándose. De nuevo abismales diferencias sociales. De nuevo personal ganando mucho dinero y gente sin trabajo ni subsidio, al amparo de la familia cuando no de la caridad. De nuevo negocios y entidades que aumentan ganancias día a día y por cuya ambición de superar los enormes beneficios del año anterior son capaces, no ya de subir tarifas hasta hacerlas desmesuradas, sino de robar. Y con el robo asfixiar aún más a los que menos tienen.

            Y de robos ando ya cansado. Me roba el Ayuntamiento con sus abusivos impuestos, los aparcamientos, las elevadísimas contribuciones, la tenencia de vehículos, la cochera de mi casa, el alquiler de algún inmueble público... Me roban con la luz, el agua, la basura..., que suben una y otra vez en lugar de bajar pese a estar las cosas como están. Me roba el Estado con la renta, los alimentos, el coche, la gasolina, los ahorros, la nómina, el tabaco, el alcohol, la herencia, las carreteras, el arrendamiento, con el iva..., el aire que respiro. Me roban los bancos y demás entidades bancarias con su avaricia desmedida. Me roban los políticos con su clamorosa corrupción, llevándose parte de mi dinero por las claras oscuras. Me roba la Sociedad General de Autores. Me roban los que hacen servicios, que sólo por llamar a la puerta ya tengo que abonar un plus. Y me roba, sin vergüenza alguna, la empresa de teléfonos, y además de manera doble, ya que cada vez que llega la factura al domicilio hay que reclamar, porque siempre, siempre, sin excepción, se han equivocado a su favor, nunca en contra (¿se imaginan cuánto roban cada mes si a todos los clientes les cobran lo que a mí y no protestan?). Y hasta me roba el supermercado, la tienda de la esquina y el bar donde me tomo una caña con los amigos, pues rara es la vez que, al solicitar el tique y comprobarlo, no me han cobrado de más...

            Y no tenemos conciencia. Porque yo, que nada entiendo de economía, hasta puedo aceptar que, pese a la horrenda crisis, los precios suban algo, con suma moderación, en cuanto la ambición de los ambiciosos es siempre ciega, pero lo que no puedo entender ni aceptar es que suban de manera abusiva y encima roben. Esto no sólo es indigno y despreciable es, sencillamente, canallesco, de juzgado de guardia. ¿Pero quién va al juzgado cuando la cantidad que reclamas está por debajo de los 400 euros que la ley indica como delito?

Qué listos los que hacen las leyes. ¿No serán, mayoritariamente, los mismos que, de una u otra forma, nos están robando a todas horas?

miércoles, 9 de noviembre de 2011

LA ÚBEDA QUE NO ME GUSTA

Hay una Úbeda que no me gusta. No esa Úbeda que levantaron los siglos, hermosa en su forma cual dama asomada al mirador de La Loma, muchacha desnuda al alba, novia del sol en los atardeceres, preciosa silueta de oro conquistando el valle y los sueños... No esa Úbeda que es asombrosa y me encanta hasta el amor. La que no me gusta, la que me duele y amarga, es esa otra que se descubre desde la reflexión mirando a quienes la habitan. Esa que genera descontento, sucia y torpe, gobierne quien gobierne, criticona y fría, mantis religiosa de no pocos de sus amantes, la lanzadora de piedras sobre su propio tejado, la sibilina, indiferente e hipócrita, la Úbeda que se olvida de ser barco de hermosura en mar de olivos rumbo al puerto de lo sublime, para convertirse en vetusta hacienda en la que crecen magníficas espigas ensombrecidas por perniciosa cizaña.

            Espigas altas y frondosas, doradas y altivas, que se esfuerzan desde los trabajos, las empresas, la agricultura, el turismo, el comercio, la artesanía, la cultura, la enseñanza, la sanidad, el deporte, las asociaciones..., por hacer, desde la honestidad, mejor y más grande al pueblo. Espigas que dan lo mejor de sí mismas, que se entregan, se esfuerzan..., que dan trabajo, incluso regalan parte de su tiempo y de sus bienes, que prestan servicios altruistas en comedores sociales, que acogen a peregrinos sedientos, que cuidan de los enfermos, que ayudan al vecino, que protege a los animales, que buscan no hacer daño a nadie, que se desviven por cuanto les rodea...

            Hay espigas en Úbeda. Grandiosas espigas. Centenares, miles... Pero también no poca cizaña tenebrosa que crece, ocupa cargos de relevancia e impone su extraña cultura iletrada. Son sombras mediocres que no saben de luces ni colores, aprendices de gladiadores que no consiguen manejar otra espada que la de la zancadilla, la mentira y la descalificación. Avispados que medran desde la traición, la envidia y la calumnia...

            Hay espigas en Úbeda, muchas, excepcionales, grandiosas, muchas de ellas anónimas, pretendiendo que su mano izquierda no sepa lo que hace su derecha... pero también hay cizaña, nociva cizaña a la que además se le teme y se le adula.

Somos así, y así es esta Úbeda adentrada ya en el siglo XXI... Pero aún, dentro de esta turbiedad, no debemos perder la esperanza. La esperanza de que algún día cambie, y sea el contenido de la ciudad tan bello, o más, como su continente. Dios lo quiera. Úbeda sería entonces doblemente asombrosa.